Es el París en que Callas muere, triste, solitaria y final, derrumbada como uno de sus personajes operísticos, sin aliento, grande, fabulosa, diva y sencillamente magistral, como una señorita de pueblo que ansía tocar el cielo con todo el cuerpo, pero los dioses sólo le deparan el paraíso de una voz excepcional. Insuperable, María, es encontrada por su asistenta en su hermoso piso de Paris, con sólo 54 años. Su gran amor, Onassis, yacía con Jacqueline Kennedy en un esfuerzo absurdo por encontrar la cima en una vagina de high society. María languidecía como una de sus frustradas muchachas destrozadas por la inquina social. La rusa Irina Maslova se yergue sobre el infortunio del pasado, y hermosa como pocas, refulgente en su estatura y sus curvas, briosa y sexy como pocas cree que el pasado de la URSS ha sido mucho peor que el infierno que vive hoy el pueblo ruso. Pero está en París, la bella Irina está en París y aquí se le ha rendido encantador homenaje.