Es la educación, estúpido

La cosmética es algo muy sugestivo cuando se trata de la belleza, pero no cuando lo que nos jugamos es el futuro. Los pactos bipartidistas contra el terrorismo quedan muy chulos para la foto, aunque en este caso no sean serios, sino una manera de marear la perdiz, como aquella anécdota que contaba Plutarco sobre Alcibíades, que compró un hermoso y carísimo perro y luego le corto el rabo; cuando se lo echaron en cara alegando que la ciudad entera le ponía a caldo, él contestó riendo: “Pues entonces está sucediendo justo lo que yo quiero, pues pretendo que los atenienses hablen de eso, para evitar que digan algo peor de mí“. Lo que es realmente importante es que los actores se den la mano después de consensuar un gran pacto de estado educativo, y hoy que “griegos estamos”, en la línea de la “enciclopedia”, o sea, una educación en círculo o panorámica, moderna, crítica, secular, metódica y sobre todo unitaria para evitar la disgregación del conocimiento en cada ciclo político. “Es la economía, estúpido”, repetía Bill Clinton en su célebre campaña del 92, y si en 2015 no aplicamos su variante cultural, lo que fracasará será todo un país y su modelo democrático de convivencia. Cada palabra mal puntuada, cada frase mal resuelta, cada burrada geográfica o histórica, es un paso atrás en la comprensión de la realidad, y por lo tanto un espacio vacío que se deja a la colonización, ya sea de otra cultura u otra ideología. “Pensar en generaciones, no en elecciones“, decía Ángel Gabilondo; inversión -que no gasto-, formación del profesorado, disciplina, esfuerzo, objetivos, estructura tecnológica, bilingüismo, elasticidad, excelencia en la educación pública, son algunos conceptos a tener en cuenta, y recordar que el conocimiento es divertido, lúdico, y una vez que se adquiere el vicio, es insaciable. Nicola Porpora, Luis Vélez de Guevara, Paul Thomas Anderson, San Agustín o Lacan, Sigmar Polke, Otto Preminger, Doctorow, Plank, Tycho Brahe, The Black Keys, Pissarro, Edgard Neville… deberían ser moneda común en las conversaciones, y si alguno no te suena, tendría que disparar las alarmas para enterarte ipso facto. Y esto, desengáñense, no es elitismo ni alta cultura, esto es lo normal. 

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