La antorcha cuántica

Dicen los que saben que la filosofía hace mucho que ha quedado rezagada en su afán por explicar la realidad, y que son las ciencias, genética, biotecnología, matemática… las que han recogido la mortecina antorcha para seguir el avance epistemológico. Una de las más sugerentes es la Física, una rama en la que hasta los términos utilizados para describir fenómenos o estados de la materia difíciles de comprender para los profanos, resultan atractivos. Materia oscura, principio de incertidumbre, quark… entre todos, la disciplina cuántica exige del espectador un esfuerzo de concentración tal, que va contra el sentido común, la lógica o la mera intuición de la realidad cotidiana. La física newtoniana que rige a nivel de calle comienza a sufrir extrañas distorsiones a nivel subatómico; las ecuaciones lineales comienzan a delirar, obligando a cambiar el marco dialéctico donde la lógica determinista funciona, para inventarse otra en que la probabilidad es la nueva emperatriz. La cuántica nos susurra que una partícula no se encuentra en un solo sitio, sino que podría estar en muchos a la vez, en tu cocina, girando alrededor de Júpiter, enterrada bajo el hielo de la Antártida. La cuántica demuestra que el pasado o el futuro son indefinidos, que no hay un solo pasado o un solo futuro. La cuántica insinúa que si una partícula no toma un solo camino, sino todos los caminos posibles, y a la vez, extrapolándolo a lo macro, un individuo podría estar viviendo 500 vidas distintas a la vez, todas las posibilidades que se le puedan ocurrir. Tras ese velo de Isis, en ese crisol secreto donde las partículas elementales ejecutan sus bailes inmarcesibles, la certeza se derrite y se fraguan multiversos en los que usted podría estar casado con esa modelo inalcanzable o no se habría salvado de ese accidente por los pelos y estaría criando malvas, aunque también podría ser un organismo ni siquiera imaginable siguiendo unas leyes absolutamente diferentes de las que rigen las galaxias conocidas. La ciencia se ha alzado ya a la altura de la religión, proveyéndonos de tantas esperanzas como terrores. Todos los caminos están abiertos, amigos míos, nos pueden llevar a territorio de ángeles, o al atajo equivocado que tomó aquella nave en la película “Event Horizon”.

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