De todos es conocida la historia de Georgina Hübner, la andina que escribía cartas a Juan Ramón Jiménez declarando su admiración poética, primero, y su enamoramiento, después. El poeta, rendido ante sus encantos, se enamora perdidamente. Tanto, que decide ir a visitarla al otro lado del charco. Justo cuando se dispone a embarcar recibe un telegrama del embajador peruano: Georgina ha muerto. No menos conocido es que la tal Georgina Hübner nunca existió, sino que fue una invención de dos aspirantes a escritores, dos señoritos ricos que querían libros firmados del nobel español, difíciles de conseguir en el continente americano. A raíz de esta anécdota, el joven escritor Juan Gómez Bárcena construye la vida de estos dos limeños y de la correspondencia cruzada entre el personaje creado por ellos y el poeta español.
José Gálvez (de buena familia desde la cuna) y Carlos Rodríguez (nuevo rico gracias al negocio familiar del caucho) son los artífices de la broma. En vista de que ellos no se van a convertir nunca en poetas (saben que son malos escritores, saben que no tienen oficio, solo les gusta imaginarse siendo unos bohemios), al menos que una creación suya (Georgina Hübner) sea la musa para la construcción de una gran obra escrita por, nada más y nada menos, JRJ. Así, lo que empieza siendo un pequeño juego para conseguir algunos libros, va degenerando en la construcción de un personaje cada vez más sensual. Cada vez más sexual. Se produce un juego de espejos donde los protagonistas van creando a un personaje para hacerlo más real, mientras que el propio Gómez Bárcena va ficcionalizando a unos personajes que fueron reales. No en vano, una de las virtudes de esta narración es el juego que plantea el escritor santanderino entre ficción y realidad. Los protagonistas avistan desde su buhardilla a los habitantes limeños y los clasifican entre protagonistas y secundarios y a qué escritor pertenecen: a Galdós; a Zola; a Dickens. El propio Carlos se "enamora" de Georgina, porque es el ideal de mujer que anhela.
Tampoco es casual la elección del narrador. En tercera persona omnisciente, focalizando en todos los personajes, aunque sobre todo en Carlos. Es un narrador decimonónico, el que todo lo sabe, el que interrumpe la narración para dirigirse directamente al lector. Gómez Bárcena continúa con su juego, con esta novela que habla, sobre todo, de literatura, de su construcción.
A la vez que la pareja va modelando a Georgina, se nos describe la Lima de 1904, sus revueltas sociales, su lucha de clases. Sin caer en un exceso de datos, si que podemos entrever cómo era la capital peruana a principios del siglo pasado.
Pero el aspecto más destacado es, sin duda, la capacidad narrativa de Gómez Bárcena, el sentido del ritmo que le impregna a cada una de sus páginas, dominando la narración desde un primer momento; algo casi insultante en una primera novela. Espero hacerme pronto con el libro de cuentos Los que duermen, publicado también por Salto de página.
José Gálvez (de buena familia desde la cuna) y Carlos Rodríguez (nuevo rico gracias al negocio familiar del caucho) son los artífices de la broma. En vista de que ellos no se van a convertir nunca en poetas (saben que son malos escritores, saben que no tienen oficio, solo les gusta imaginarse siendo unos bohemios), al menos que una creación suya (Georgina Hübner) sea la musa para la construcción de una gran obra escrita por, nada más y nada menos, JRJ. Así, lo que empieza siendo un pequeño juego para conseguir algunos libros, va degenerando en la construcción de un personaje cada vez más sensual. Cada vez más sexual. Se produce un juego de espejos donde los protagonistas van creando a un personaje para hacerlo más real, mientras que el propio Gómez Bárcena va ficcionalizando a unos personajes que fueron reales. No en vano, una de las virtudes de esta narración es el juego que plantea el escritor santanderino entre ficción y realidad. Los protagonistas avistan desde su buhardilla a los habitantes limeños y los clasifican entre protagonistas y secundarios y a qué escritor pertenecen: a Galdós; a Zola; a Dickens. El propio Carlos se "enamora" de Georgina, porque es el ideal de mujer que anhela.
Tampoco es casual la elección del narrador. En tercera persona omnisciente, focalizando en todos los personajes, aunque sobre todo en Carlos. Es un narrador decimonónico, el que todo lo sabe, el que interrumpe la narración para dirigirse directamente al lector. Gómez Bárcena continúa con su juego, con esta novela que habla, sobre todo, de literatura, de su construcción.
A la vez que la pareja va modelando a Georgina, se nos describe la Lima de 1904, sus revueltas sociales, su lucha de clases. Sin caer en un exceso de datos, si que podemos entrever cómo era la capital peruana a principios del siglo pasado.
Pero el aspecto más destacado es, sin duda, la capacidad narrativa de Gómez Bárcena, el sentido del ritmo que le impregna a cada una de sus páginas, dominando la narración desde un primer momento; algo casi insultante en una primera novela. Espero hacerme pronto con el libro de cuentos Los que duermen, publicado también por Salto de página.