Lo maravilloso de los libros y de las personas es que pueden sorprendernos en cualquier momento, incluso cuando ya creemos conocerlos. La última lectura del semestre en nuestro club fue Cumbres borrascosas, la popular novela de Emily Brontë que narra la tormentosa relación de Heathcliff y Catherine y las consecuencias que la pasión que los mueve tiene para el resto de los personajes que los rodean.

Era la tercera o cuarta vez que leía este libro que me fascinó por primera vez en la infancia y que no deja de envolverme en su trama truculenta, sus mansiones campestres, su naturaleza salvaje y sus destinos crueles. La lectura, por supuesto, fue esta vez diferente de las otras, pero la sorpresa mayor no fue esa: todos sabemos ya que los libros cambian cuando cambiamos nosotros. Lo que me resultó más interesante y conmovedor fue lo que surgió de la novela en la discusión. Por algún motivo no estaba segura de que Cumbres borrascosas fuera de esos textos que dan mucho de sí para el debate, sobre todo comparado, por ejemplo, con Matar a un ruiseñor, otra de las novelas que comentamos este semestre, donde la injusticia social o el conservadurismo se perfilan como temas centrales y polémicos. Sin embargo, la discusión fue constantemente fluida y cargada de la misma pasión que se encuentra en la obra (quizás algo se nos pegó de ella). Hablamos del mal, de hasta qué punto las personas somos productos de nuestra naturaleza o del entorno en el que nos criamos, de las distintas ideas sobre lo que es el amor y cómo vivirlo, de hasta qué punto nos podíamos identificar con los protagonistas y sus cuitas. Creo que el encuentro y el intercambio de opiniones nos produjo a todos los participantes una agradable sensación, esa sensación de enriquecimiento que le da sentido a cualquier actividad cultural, como un club de lectura.