CHARLIE HEBDO
Interrumpo este lírico silencio para escribir unas letras a propósito de la devastación que ha causado a la libertad de expresión la masacre y atentado a la revista Charlie Hebdo.
El simio evolucionado que somos, un día que se pierde en la noche de los tiempos, alzó su mirada desde la tierra donde yacía un compañero muerto y fijó su vista en los cielos, incapaz de comprender aquella ausencia de vida, aquella trágica quietud, el pecho inmóvil. Aquel día, el simio conoció el llanto, el dolor que quema más allá de la piel. Su desconsuelo no fue arropado por respuesta alguna y la incertidumbre creó una palabra nueva en su primitivo idioma. El desconcierto caminó,desde entonces, ligado para siempre a su sombra.
Surgieron, como pájaros oscuros, hombres de la tribu que aseguraron tener las respuestas y pintaron sus rostros con intensos colores que imitaban a la sangre, vistieron extraños ropajes para diferenciarse de aquellos otros que no conocían las respuestas. Hablaron de la muerte al resto de la tribu y de poderosos seres invisibles, feroces y vengativos, cuya infinita sed jamás sería saciada. El hombre temió al rayo, al relámpago y bailó a cambio del regalo de la lluvia. Los que se alzaron como mensajeros de aquellas deidades crueles, los hombres del rostro manchado de pintura, enseñaron el miedo,el pánico y la sumisión al resto de su comunidad.
Pasaron los milenios, las centurias, el hombre continuó mirando hacia las alturas y el desconsuelo ligado a su sombra. Los representantes de aquellas criaturas ficticias cambiaron su vestuario, sus bastones,sus adminículos, adaptaron su discurso a todos los idiomas, abandonaron las sombrías cuevas y levantaron templos, iglesias, mezquitas, sinagogas, santuarios...
El simio, tecnológicamente evolucionado, creó nuevas herramientas para infundir el miedo y el pánico entre los suyos. Pero las deidades nunca se muestran satisfechas.
La demencia, el odio y el llanto han regado el corazón de París. ¿ En tributo a qué ?. ¿ En nombre de quién ?. Me duele mi humanidad y me desconcierta la sinrazón de todos aquellos que ofrecen cuencos de sangre y vidas a las deidades ligadas a su sombra.