(...) Lo que pasa con el final de la dinastía manchú me recuerda mucho el fin del Imperio otomano. Los occidentales hacen el papel de un «parásito bueno»: le chupan la sangre, pero a la hora de la verdad evitan que muera. No les interesa que muera, desde luego. Pero tampoco que esté fuerte y se pueda librar de ellos. Cuando los japoneses venzan a los chinos en 1895, serán los occidentales los que frenen a los vencedores. Los que salgan a defender a los chinos y obliguen a los japoneses a renunciar a gran parte de sus conquistas. Pero no lo harán gratis. No. China tendrá que pagar muy caro por la ayuda occidental, tendrá que ir cediendo territorios (y no solo a los ingleses, que hace ya tiempo tienen Hong Kong, sino a otras potencias como Alemania, o como Rusia, que está buscando un puerto como terminal del Transiberiano). Y cuanto más ceda a los europeos más débil será, y cuanto más débil sea más descontento estará su pueblo y más rebeliones contra los occidentales y contra el Gobierno habrá, y cuanto más débil más estará al acecho Japón y más veces tendrán que ir los occidentales a «sacarle las castañas del fuego» y más débil será el emperador. Y esto acaba como acaba, y casi podíamos decir que no podía acabar de otra manera: con una república.
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http://www.jotdown.es/2015/01/los-japoneses-los-chinos-y-el-demonio-blanco/
(todas las fotos de este blog son de A. V. F.)