(...) ¿Habéis leído El sueño del celta, de Vargas Llosa? Pues leedlo. Es básico. Y luego también es muy conveniente conocer las aventuras de Stanley, de un capitán de barco polaco que se cambió de nombre y de todo eso de lo que ya se ha hablado en muchos artículos y libros, y que no por eso no deja de ser importante que se recuerde. Pero bien, ya estamos en 1960, ya somos independientes. ¿Ha acabado la tiranía de la metrópoli? ¿Todos los males del colonialismo y del imperialismo son ya, afortunadamente, cosa del pasado? Por supuesto que no. Pero ahora solo quiero resaltar un aspecto: la postura de la metrópoli. ¿Qué es lo primero que hizo el Gobierno belga? Dos acciones fundamentales en el posterior futuro del país. Retirar de golpe y a toda prisa a todos sus funcionarios, cooperantes, etc., además de suspender toda la ayuda e inversión económica. Es decir, que de repente el país se quedó sin médicos, sin ingenieros, sin carteros, sin policías y jueces, sin maestros, y sin dinero, con todos los proyectos parados, con todos los pagos del estado suspendidos… Naturalmente se podía haber preparado a una minoría nativa para que sustituyera a los blancos en el momento de la independencia. Pero lo cierto es que en 1960 no existía ni un médico ni un abogado congoleño, por poner dos ejemplos. No contentos con esto (por supuesto el Gobierno belga justificó la retirada de sus ciudadanos belgas por motivos de seguridad, y en parte tenían toda la razón), hicieron otra cosa aún peor: apoyar militarmente el movimiento independentista de la región de Katanga, donde las empresas mineras belgas tenían importantes yacimientos. Este apoyo, como es lógico, provocó inmediatamente una guerra, que se sumó al caos administrativo, político, social y económico que ya existía. Luego ya se sabe, un dictador, luego otro, más guerras, más pobreza… ¿Cómo se puede edificar una buena sociedad con unos pilares como estos? (...)
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