Hasta el 22 de febrero se puede disfrutar del arte de la artista italiana Carol Rama en el MACBA de Barcelona.
Me parece de vital importancia que galerías y museos dediquen exposiciones monográficas a figuras femeninas, aprender de ellas y reivindicar su importancia en la Historia del Arte.
El MACBA realiza la muestra más amplia dedicada a Carol Rama realizada hasta el momento. Reúne 200 obras que abarca una extensa dilatada carrera, ocho décadas!, desde 1936 hasta 2006.
Carol Rama desafía las narrativas dominantes y crea una representación disidente de la sexualidad femenina. Resulta una artista imprescindible para entender las mutaciones de la representación en el siglo XX y el trabajo de artistas como Cindy Sherman, Kara Walker, Sue Williams, Kiki Smith o Elly Strik.
Para comprender mejor la obra de Carol Rama, que a priori nos puede resultar un tanto extraña, voy a realizar una breve reseña a partir de la información proporcionada por el MACBA.
Carol Rama nació en Turín en 1918. De formación autodidacta, es en los años treinta y cuarenta, cuando empieza a inventar su propio estilo artístico a través de acuarelas figurativas que firmaba como Olga Carolina Rama.
En sus primeros trabajos artísticos aparecen figuras femeninas con miembros amputados y lenguas erectas representadas de forma vital y muy sexualizadas, retratadas como sujetos políticos y de placer. Se trata de una rebelión contra los ideales normativos de género, sexuales y de normalidad cognitiva y física impuestos por la Italia de Mussolini.
Al ser expuestos por primera vez en 1945, fueron censurados por “obscenidad” por el gobierno italiano.
Este veto de las autoridades del país, Rama lo interpretó como una invitación a abandonar el conflicto de los motivos figurativos y pasar a la “guerra abstracta”, según la propia artista. A partir de este momento sus obras irán firmadas como Carol Rama.
Comienza a experimentar con diferentes materiales y nuevas técnicas. Desarrolla lo que denominó “bricolages”: mapas orgánicos hechos con uñas, cánulas, signos matemáticos, jeringuillas y componentes eléctricos.
Su obra se vuelve más sensitiva para desarrollar una poética de protesta contra los parámetros actuales. Los Bricolages de Rama ponen en cuestión la experiencia de lectura: estos textos y estas imágenes ya no están realizadas para ser leídos o vistos, sino para ser “experimentados” con todos los sentidos.
En los años sesenta, Carol Rama permanece casi invisible en una Italia dominada en su perspectiva artística por los artistas masculinos del arte povera (Paolini, Merz, Pistoletto…) Aunque no por ello inactiva, su obra en esta década se puede denominar queer povera. Para Rama no sólo los objetos inorgánicos de deshecho debían ser recuperados por los artistas, sino también el propio cuerpo, con sus órganos y fluidos, objetos de ka gestión política y del control social, debían ser utilizados por el artista para crear su obra.
En los años setenta la artista experimenta con el caucho proveniente de neumáticos de bicicleta como elemento plástico. Los moldea, los transforma en superficies bidimensionales, crea formas a través del ensamblaje de distintos colores y texturas. Rama a partir de estos neumáticos envejecidos por la luz y el tiempo, deshinchados, flácidos y en descomposición crea un paralelismo con nuestro propio cuerpo “organismos todavía bien definidos y vulnerables”.
Carol Rama no es reconocida como una gran artista hasta los años 80. La historiadora y crítica del arte Lea Vergine “descubre” la obra de la artista. Incluye una colección de las acuarelas realizadas por Rama en los años 30-40 en la exposición L’altra metá dell’avanguardia 1910-1940, en la que se exponían obras de un centenar de artistas mujeres.
Este descubrimiento, vuelve a invisibilizar su obra en dos aspectos: la “reconoce” a condición de presentarla como “mujer” y sólo se presta atención a la producción artística inicial, las acuarelas del periodo 1930-1940, eclipsando su obra posterior.
Rama vuelve a recuperar la figuración y representar de nuevo a las Dorinas y las Appasionatas, que fuera del contexto en las que fueron creadas se vuelven como inscripciones fantasmáticas del trauma del borrado histórico.
Durante los noventa, Carol Rama recurre a la vaca loca para buscar un lugar de identificación. Utilizando los materiales propios de su producción se reorganizan para formar una anatomía dislocada que nada tiene que ver con un cuerpo. Sin embargo, Rama califica estas obras no figurativas de autorretratos.