Una bandada de cuervos reúne ocho relatos del autor japonés Denji Kuroshima. En los cuatro primeros, nos adentra en la estepa rusa junto a los soldados que sufrían, mataban y morían en la "intervención siberiana". Lo explica el autor del prólogo, Zeljko Cipris: El término "Intervención siberiana" (Shiberia shuppei) hace referencia al papel desempeñado por la Armada japonesa en el esfuerzo internacional para revertir, mediante el uso de la fuerza, la reciente victoria política de la revolución de los soviets. En el otoño de 1918, Japón envió alrededor de setenta y cuatro mil soldados para cooperar con las tropas francesas, británicas, checas, americanas y canadienses, que luchaban contra el recién constituido Ejército Rojo y las guerrillas comunistas. El propio autor combatió allí, de manera que los cuatro primeros relatos, aunque sean de ficción, es evidente que tienen conexiones con lo que él mismo vivió: el frío, la nieve, el hambre, los senderos congelados, la muerte de los compañeros… Todos los soldados saben que lo más duro no será luchar contra el enemigo armado, sino sobrevivir a la nieve, algo que nos recuerda un poco a los relatos de Varlam Shalámov.
En los otros cuatro textos, Kuroshima nos cuenta historias encuadradas dentro de lo que Cipris denomina "la literatura proletaria": campesinos, criadores de cerdos, empleados de fábricas, que tienen dificultades para enviar a sus hijos a estudiar en la escuela secundaria… También aquí encontramos a personajes hambrientos, en ocasiones cargados de deudas. Os dejo con un extracto de uno de los primeros relatos:
Ansiaban calor, la magia de un hogar. ¿Cuántos años habían pasado desde que llegaron a Siberia? Solo dos, pero alejados de sus familias y de su país parecían diez. Como marinos en alta mar, añoraban sus casas, a sus padres y a sus mujeres.
Todo lo que les rodeaba no consistía más que en un páramo nevado, barracones de ladrillo y esporádicos intercambios de disparos. Se preguntaban para beneficio de quién debían enterrarse en vida, en aquel lugar remoto cubierto de nieve. Desde luego, no para el suyo ni para el de sus familias. Más bien por el interés de hombres que no hacían nada. Nada, excepto explotarles a ellos. Esos hombres eran sus verdaderos enemigos. Eran soldados que prestaban un servicio gratuito a sus enemigos.
[Ardicia Editorial. Traducción de Yoko Ogihara y Fernando Cordobés]