Aunque conseguí los libros de Mohamed Chukri que antaño publicó Debate, no me pierdo la recuperación de este escritor por parte de Cabaret Voltaire. Además de los volúmenes dedicados a Jean Genet y a Paul Bowles, que ya recomendé en el blog, me parecen maravillosas las nuevas ediciones de la trilogía que conforman El pan a secas, Tiempo de errores y Rostros, amores, maldiciones. Acaba de salir a la venta el tercer título (uno de sus libros más duros, más difíciles de digerir por las historias sórdidas que Chukri cuenta en él), y eso me ha hecho recordar que no había releído Tiempo de errores en la nueva edición, cuya traducción ha sido revisada. Ya comenté el libro hace años, así que os emplazo a ese breve comentario, y añado dos extractos de mi relectura:
Mi ropa está cada vez más sucia y vieja. Despide el olor de mi cuerpo. Los piojos anidan en ella. El agua empapa mis zapatos. Me ha crecido el pelo y está pegajoso de tanta mugre. Me lo rasco continuamente hasta el extremo de ensuciarme las uñas. Cuando me peino hacia delante, para sacudir la caspa y el polvo, caen piojos negros y veloces. Al pasarme el peine, suelo arrastrar tres o cuatro, bien gordos, que se agitan con viveza. Con un palillo los dirijo diestramente en su carrera hacia un trozo de papel y les prendo fuego con una cerilla. Me gusta oír el chasquido que producen al quemarse.
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Me pongo de pie e insisto en salir. Se dan cuenta de que estoy molesto. Mis cuñados siguen callados. ¡Mi madre acaba de morir y ya están poniendo en venta la casa! Nunca en mi vida he sentido la amargura de hoy. Con su muerte, se muere toda mi familia. Rhimo insiste en que vuelta pronto pues no conozco la noche de Ceuta. Ella no sabe que yo hermano mi noche con cualquier otra. Mi noche siempre me alumbra por el sendero de la salvación. Mi noche reconoce a sus aliados allí donde estén. París, el Barrio Chino en Barcelona, el del Carmen en Valencia y Bab Marrakech en Casablanca. Necesito silencio y que no lo perturbe ni siquiera el ruido de una gota de humedad cayendo en una cueva. No recuerdo los bares en los que entré aquella noche. En el segundo o tercero todo empezó a nublarse. ¿Cómo abandoné la ciudad? Amanecí dormido, con la ropa puesta, en mi apartamento. He intentado, en vano, durante años, recordar cómo llegué a Tánger.
[Cabaret Voltaire. Traducción (revisada) de Karima Hajjaj y Malika Embarek López]