CINE XXI: David Fincher


DAVID FINCHER (Estados Unidos, 1962)

    A estas alturas ya nadie lo duda: David Fincher es uno de los directores más carismáticos y personales del cine contemporáneo. Su debut fue atípico: tras dirigir varios videoclips, aceptó encargarse de una secuela, Alien 3 (Alien³, 1992). Durante años Alien 3 ha sido la película denostada de la saga; pero, en mi opinión, es un trabajo ejemplar, superior a las partes firmadas por James Cameron y Jean-Pierre Jeunet y sólo unos pasos por detrás de la de Ridley Scott. Fincher le dio un giro a la franquicia, transformando en metafísico y tenebroso un relato que Cameron había apartado del terror para reconducirlo hacia la acción. Esa ópera prima de ambientes sucios y sórdidos posibilitó que obtuviera presupuesto para rodar uno de los thrillers más originales e incómodos de la década. Nos referimos a Seven (Se7en, 1995), que rompió moldes: gracias a este título, el cine de suspense volvió a ocupar un puesto de privilegio y los directores prestaron más atención a los créditos de apertura, que Fincher y el diseñador Kyle Cooper elevaron a la categoría de arte. Seven se le metía al espectador en el cerebro, como un virus inventado por William S. Burroughs, y allí permanecía, dando vueltas junto a las imágenes de lluvia, de cadáveres y de distorsiones audiovisuales.
    En The Game (The Game, 1997), gran película aunque más liviana en cuanto a intenciones que su trabajo previo, regresó a terrenos espeluznantes, perturbadores, en esta ocasión mediante un juego que ponía a prueba la humanidad del personaje de Michael Douglas. En todas las obras de Fincher hay sensaciones de desazón, como si quisiera recordarnos que el mundo de ahí fuera no es seguro, que está delimitado por homicidas, monstruos y psicópatas. Con El club de la lucha (Fight Club, 1999) construyó uno de sus largometrajes más sólidos, partiendo de la novela homónima de Chuck Palahniuk, otro artesano de las regiones oscuras del hombre. Fincher nos obsequiaba aquí con un retrato certero del hombre moderno, asediado por sus fobias, sus obsesiones y las servidumbres rutinarias que impone el mundo contemporáneo.
    La habitación del pánico (Panic Room, 2002), otra cinta de suspense, es, quizá, su filme más flojo. En cualquier caso no está a la altura de su predecesora ni de la siguiente historia que Fincher rodaría: Zodiac (Zodiac, 2007), posiblemente su obra maestra, un diagnóstico desasosegante de la obsesión, del mal sin rostro que merodea por las ciudades y los descampados, de la caza de un ser tan escurridizo como un pez. Filmada en 35 mm, es magistral la composición de cada plano y el ritmo de un montaje que remite a los thrillers que varios maestros rodaron en los 70.
    Partiendo de un cuento de F. Scott Fitzgerald, en El curioso caso de Benjamin Button (The Curious Case of Benjamin Button, 2008) abandona las brumas del thriller y la intriga para erigir un relato fantástico que, en manos de Fincher, no renuncia al desasosiego, y al que aporta una épica emparentada con Forrest Gump (Forrest Gump, 1994, Robert Zemeckis), que viene a ser como el reverso tenebroso de esta película. Si en este largometraje logró despistar y sorprender a sus seguidores, aún fue un paso más allá con La red social (The Social Network, 2010), otra mirada a las obsesiones de nuestro tiempo. Su espléndido dominio de la cámara y su concepción de la narrativa visual brillan aquí al convertir un libro sobre la gestación de Facebook en un drama apasionante que analiza los límites entre la amistad, el interés económico y las nuevas tecnologías. Puede que sea una de sus películas más premiadas y nominadas.
    Dado que a David Fincher le gusta apostar fuerte y afrontar riesgos, con Millennium: Los hombres que no amaban a las mujeres (The Girl with the Dragon Tattoo, 2011), adaptación del primer título de los best-sellers de Stieg Larsson, parecía destinado al fracaso, pues se trata de un material en exceso popular. No fue así. Una vez más logró cautivar y aturdir al espectador, con un cuidadísimo retrato del malestar contemporáneo y del desasosiego que nos causa el mal cuando adopta múltiples caras y usa disfraces esquivos. Fincher es uno de los grandes cronistas de nuestro tiempo. 

JOSÉ ÁNGEL BARRUECO

Filmografía escogida: Seven (Se7en, 1995), El club de la lucha (Fight Club, 1999), Zodiac (Zodiac, 2007)*, La red social (The Social Network, 2010).
Bibliografía:
Browning, Mark, David Fincher: Films That Scar, Praeger, Santa Barbara (California), 2010.
Internet:
http://www.fincherfanatic.com 

***
 
[A propósito del estreno de Perdida (Gone Girl, 2014), que no entró en la ficha para este diccionario porque se gestó hace un par de años, varias personas me han preguntado acerca de la obra de David Fincher, así que he preferido copiar aquí el microensayo que escribí para el diccionario (tuve que ceñirme al espacio disponible del proyecto concebido por Hilario J. Rodríguez y Carlos Tejeda). Un apunte: creo que debería revisar Panic Room porque sólo la vi una vez y en versión doblada, aunque eso sí: en el cine].

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