Había restos de sangre por todos lados. En pucheros y baldes. En la bañera de los lavaderos, en el escalfador. Sangre seca y sangre aún fresca. Sangre hasta en techumbres no muy altas y en paredes. Sangre encontrarían al poco en el baldaquino de su lecho y en los caireles de sus sábanas, que eran grecas orladas de rojo. Sangre junto a un agujero que, abierto en las piedras, iba a dar a un acantilado por el que se deshacían de muchos cuerpo, sangre en las chimeneas, sangre por varios pasadizos. Sangre, sangre, sangre (págs. 340-341).
Editorial Planeta Género: terror histórico País: España Año: 2005 Páginas: 389 |
La historia nos la cuentan dos narradores. Predomina el omnisciente en todo el libro, que narra la vida de Erzsébet, desde que nació en el castillo de Csejte pasando por su matrimonio con su primo Ferenc Nádasdy y posterior muerte. Cuando la condesa queda viuda comienza la verdadera historia de paroxismo del dolor y tortura. El segundo narrador tiene nombre, se llama János Pirgist y se apoya en el omnisciente para contarnos de manera indirecta lo que vivió. Conoció a Erzsébet de pequeño y habitó en el castillo con ella, ya que su madre era una de las lavanderas de la fortaleza. Desde joven aprendió a ver, oír y callar llegando a la abulia emocional. Quizá por ello sobrevivió y pudo contar su experiencia más tarde como sacerdote.
Es importante destacar que la novela está estructurada en dos grandes capítulos que a su vez se subdividen en ocho pequeños episodios. Todos se componen de nombres como Varannó, Leká o Bezkó. Una vez que avanzas en la lectura, descubres que estos corresponden a los castillos que Erzsébet poseía (en total dieciséis). En ellos fue donde torturó con sadismo a las mujeres. Sin embargo, al principio la sangre no es lo esencial, hasta que cierto día descubre que es un remedio contra la vejez, una panacea para el paso del tiempo: "Una costurera, distraída, trajinaba en sus faldones y mangas. Mientras, esa costurera iba hablando con otras criadas. Erzsébet fingía oírlas, pero en realidad estaba al acecho. Y se produjo el pinchazo" (pág. 128).
Este afán por la sangre y la tortura no lo acomete sola, y tiene a cómplices que la ayudan a traer chicas al castillo. Darvulia, Ezra Májorova, Jó Ilona, Ficzkó y Dorkó también se pasean por la historia sin ninguna clase de empatía por la vida humana. Cuando una lee Ella, Drácula, espera que las torturas no sean la justificación del libro. Pero lo son. Lo atroz, lo monstruoso y lo bárbaro lo forman los gritos, los cortes, las cuchilladas y las fracturas óseas. No se cansaba de torturar, y cuando las chicas caían exhaustas volvía a la tortura:
"Su gozo era asistir al sufrimiento de aquellas chicas, por lo cual iba a ver cada varias horas cómo seguían. Atrás quedaron los bastonazos, los golpes con el látigo, los puntuales alfilerazos, las graduales puñaladas que daba, ella misma o sus acompañantes, en zonas del cuerpo que no supusieran una muerte rápida (...). Y si alguna de las muchachas se mostraba especialmente rebelde, se la conducía, si era invierno, al yermo helado, sin ropaje que la cubriese. Entonces las hacía atar y, uno tras otro, iban cayéndoles encima cubos de agua..." (págs. 178-179).
Estamos ante un gozo y una perversidad cargada de negrura. Son muertes sin razón para la persona cuerda y con argumento para una mente enferma e infectada de malignidad. Y en Ella, Drácula, todo ayuda para conformar ambas partes, desde la ambientación hasta el estilo de García Sánchez. Ya en la primera frase del libro Anochece en los Cárpatos, tu mente empieza a viajar y el narrador te lleva por castillos, cadenas, puertas chirriantes o noches nebulosas de luna llena que embadurnan el bosque. Por si esto fuera poco, el campesinado aparece latente como los perros famélicos de Erzsébet, pobres con sangre femenina, presas sin alma. El narrador afronta todo ello con un estilo denso, anárquico y desequilibrado. En ocasiones, la cronología se desplaza para dar paso a la irracionalidad de Báthory. Y eso, exactamente, es lo que ordena el libro, su conversión, de humana a animal carnívoro dentro de la pluma apelmazada del narrador. El lector se ve succionado por la novela, hasta los diálogos aparecen en la lengua húngara clásica. Tenemos que seguir leyendo para que la traducción aparezca líneas más abajo. Por fortuna, hay pocos diálogos. Lo que se muestra es más importante que lo dicho.
Restos del castillo de Csejte, Eslovaquia |
"...Toda la sangre era recogida mediante un canalillo que iba a desembocar en sendos cubos que, a su vez, eran calentados de modo constante con un escalfador de barro. De ahí se vertía en la bañera que Erzsébet se había hecho instalar en un lugar de los antiguos lavaderos, junto al sillón desde el que presenciaba las torturas" (pág. 275).
Como veis, nada se desperdiciaba, y cualquier método era bueno para aprovechar la sangre. Con respecto al artilugio La doncella de hierro (utilizado por primera vez en agosto de 1515), se puede leer:
"Como era de prever, la sangre había acabado por oxidar ese siniestro mecanismo. Chirriaban los goznes, no encajaban correctamente en las puertas (...). Colocándose bajo el artilugio y siendo bañada por la sangre de la sacrificada que estaba en su interior, a la que los clavos dejaban como un acerico de coser. La sangre le caía a borbotones, salpicando su vestido, su piel, su cabello, todo su cuerpo" (pág. 238).
Ahora que tenemos una pequeña configuración de la Condesa Sangrienta, cabe preguntarse si Vlad Tepes (Drácula) hubiese estado a la altura de tales hechos macabros. En la novela aparece tal figura y el narrador ya nos adelanta que "Si hubiese sido hombre habría imitado a Vlad Tepes Drakul, sin duda. Pero como nació mujer, se veía obligada a hacer eso mismo no en el campo de batalla sino en la intimidad" (pág. 169). Con respecto a esto, leí una frase del escritor J. R. Ackerley que decía que los soberbios terminan por ser humillados, y en la vida de la condesa habrá justicia para ella y sus cómplices. No desvelaré cuál fue ese final, solo diré que, aunque hubo humillación una siempre tiende a pensar que no la suficiente.
En líneas generales, tanto chorro escarlata de agujas de metal ha fluido para bien en mi inquietud por la novela. Pese al estilo cargado y denso, recomendaría su lectura. ¿Qué no me ha gustado? Que no ahondase en la idea de la eterna juventud, en ocasiones su enrevesamiento y la portada. ¿Que qué le ocurre a la portada? Desmerece al libro, por supuesto. Una no escoge esta novela por la portada sino por el título.
Desde luego, la novela da para mucho debate, sobre todo histórico, aunque no me compete hablar de ello y elucubrar si lo que se cuenta fue cierto o no. Adelantaré que García Sánchez anexa una bibliografía sobre la figura de Báthory, aunque a esta hay que sumar el diario que la condesa escribió sobre sus aficiones sádicas. Documentado está, solo cabe preguntarse si existen más hipótesis de los papeles en blanco que deja la historia.
―De vuestro Evangelio lo aprendí, malditos. Lo decía San Mateo: "Bebed todos de mi sangre, que será ello del Nuevo Testamento, la cual derramarán muchos..." ―Se calló un instante, y luego siguió―: Yo me he limitado a cumplirlo (pág. 344).
Javier García Sánchez (Barcelona 7 de abril de 1955) es uno de los autores con más influencia en la novela de los últimos años, aunque se inició en la publicación a los veintinueve años con el libro de poesías La ira de la luz, después aparecieron ensayos y relatos, como Teoría de la eternidad o Mutantes de invierno. Su obra fue realmente conocida a raíz de la publicación de La dama del viento sur, que le valió el Premio Pío Baroja de Novela y la aparición de Última carta de amor de Carolina von Gunderrode a Bettina Brentano, finalista del Premio de la Crítica, ambas obras lo situaron entre los autores más destacados de la nueva narrativa española. También ha publicado artículos en Cuadernos Hispanoamericanos, El viejo Topo, Destino, Camp de l'arpa, Tiempo de Historia y Historia 16. Durante dos años fue redactor jefe de la revista Quimera y trabajó en la sección cultural de La Voz de Euskadi. En noviembre de 1991 obtuvo el Premio Herralde de Novela por la obra La historia más triste y en 2003 el Premio Azorín de novela.
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Enlaces:
-Hay películas y novelas sobre esta psicópata misógina. Por ejemplo, el libro de La Condesa Sangrienta, de Alejandra Pizarnik, nos acerca también a su figura. Podéis ampliar información en:
Os recuerdo que esta es la primer entrega del mes de Terror de letra y lengua. La siguiente entrada irá dedicada a la lengua y os daré a conocer el origen de algunas palabra de miedo que os pondrán los pelos de punta. ¿Algún reparo en continuar por la senda de calabazas?