Todos los que amamos Berlín estamos de enhorabuena por la edición del ensayo "Aquí Berlín" del periodista J. M. Stim, traducido con precisión por Félix San Beltrán, sobre la ciudad sin centro, o mejor dicho, la ciudad donde todo es centro. Mitte, Unter der Linden, Friedrichstrasse, Charlottenburg, Tempelhof, Wannsee, Tegel… JM Stim escribe refugiado “al calor del amor en un bar”, como decía la canción, con una copa en la mano y un cigarrillo en la otra, mirando cómo transcurre la vida berlinesa, mientras nos recuerda los cimientos históricos midiendo la distancia exacta desde su mesa. A equis kilómetros de su cigarrillo humeante Mark Twain discutía con el Káiser Guillermo sobre las pensiones de los soldados alemanes, a otros equis, Francis Bacon se maquillaba y se vestía de mujer, o Billy Wilder conseguía financiación para su primera película, o Walter Benjamín se libraba de su soledad leyendo incansablemente, o Helmut Newton compraba su primera cámara para ir a fotografiar a las compañeras más atractivas de su clase, o Reinhard Heydrich decidía la exterminación de todos los judíos de Europa, o Bertol Brecht fundaba un teatro o Peter Falk se paseaba con un ángel bajo el cielo gris. Porque todo esto y muchísimas cosas más es Berlín. JM Stim la define como el pobre viejo hermafrodita que observa el mundo con ojos de recién nacido, una lugar feo y poco glamuroso que, sin embargo, no tiene ni principio ni final, en un frenesí de creatividad y euforia. Sus clubes anárquicos "en Berlín no hay vírgenes", las 190 nacionalidades que se mezclan, la bohemía internacional... “La ciudad devora el talento y la energía humana con una voracidad incomparable, para luego digerirlo, triturarlo y volverlo a escupir rápidamente". Es la Berlín que no deja a ningún visitante indemne, la Berlín donde se puede ganarlo todo o perderlo todo. Depende de la gallardía de su apuesta.