Vacuna viene de vaca.
No se rían que es verdad.
Tuvo que ser un médico rural, cómo no, el que hiciera caso de la sabiduría popular y no tomase por locos a aquellos pueblerinos que juraban que ellos no podían contagiarse de la viruela humana porque ya habían pasado la viruela vacuna, la que le habían contagiado sus animales de granja (mucho menos virulenta). El prohombre al que nos estamos refiriendo se llamaba Dr. Edward Jenner, padre de la inmunología y, sin lugar a dudas, el ser humano que más vidas ha salvado en los 10.000 años que llevamos de civilización. Esto es así.
A la sombra de tan frondoso árbol de sabiduría crecieron otros muchos grandes doctores de entre los que hoy queremos destacar a nuestro compatriota el doctor alicantino Francisco Javier Balmis y Berenguer (1753-1819), un médico militar que impulsó la increíble hazaña que vamos a resumir ahora.
Como ya se pueden imaginar, cuando Jenner publicó sus ideas sobre la vacunación que, básicamente, consistían en la propuesta de infectar a los humanos con la viruela vacuna para inmunizarles de la viruela humana, el bloque reaccionario de turno calificó el método de “anticristiano” pese a que no tenemos constancia de que los inventores del cristianismo supieran casi nada de nada que tuviera que ver con la vida terrenal.
Supongo que esta obra de Dios les parecería más piadosa.
Pero ya hemos contado, mil y una veces, que en este planeta no se quiere morir ni el tato (fanáticos aparte) y la contundencia de la eficacia de los métodos de Jenner llevaron a su universalización en pocos años.
En 1800 la vacuna llegó a España, solamente 2 años después de que Jenner publicara sus estudios. Y solamente 3 años después, el rey Carlos IV (uno de sus hijos había muerto por causa de la viruela) autorizó la propuesta del Dr. Balmis: vacunar a los habitantes de los dominios de ultramar. Casi nada.
Para ello se desarrolló un plan de vacunación que hoy puede parecer estrambótico pero que, a la postre, supuso la salvación de miles de vidas. El plan era el siguiente. Una expedición recorrería las posesiones españolas, desde Texas a Chile, desde Acapulco a Filipinas, con 22 vacunas.
¿Cómo se podía vacunar a miles de personas con solamente 22 vacunas?. Muy “sencillo”: con 22 vacunas humanas. 22 niños huérfanos fueron inoculados con el virus de la viruela de vaca y viajaron, a lo largo de varias expediciones, durante 11 años “contagiando” y supurando pus para las reservas de todos los hospitales de las antiguas colonias.
El propio Jenner, al enterarse de la noticia, comentó al respecto: “No puedo imaginar que en los anales de la Historia se proporcione un ejemplo de filantropía más noble y más amplio que este”.
Epílogo añadido el 07/10: La cosa no fue ni mucho menos tan cruel como pueda parecer a nuestros ojos de burgueses del Primer Mundo del desarrollado siglo XXI. A los 22 niños iniciales se les unieron posteriormente otros 80. Un niño solamente podía ser inoculado dos veces. Se inoculaban dos niños por semana. Su destino fue mucho mejor que el de muchos otros huérfanos de la época. La mayoría terminaron siendo acogidos por familias de las zonas a las que salvaron de la viruela. La Corona se comprometió a hacerse cargo de ellos hasta los 21 años. En A Coruña tienen una placa dedicada (los primeros 22 niños eran gallegos) y en Tenerife un monolito también les recuerda 4ever.
Epílogo añadido el 07/10: La cosa no fue ni mucho menos tan cruel como pueda parecer a nuestros ojos de burgueses del Primer Mundo del desarrollado siglo XXI. A los 22 niños iniciales se les unieron posteriormente otros 80. Un niño solamente podía ser inoculado dos veces. Se inoculaban dos niños por semana. Su destino fue mucho mejor que el de muchos otros huérfanos de la época. La mayoría terminaron siendo acogidos por familias de las zonas a las que salvaron de la viruela. La Corona se comprometió a hacerse cargo de ellos hasta los 21 años. En A Coruña tienen una placa dedicada (los primeros 22 niños eran gallegos) y en Tenerife un monolito también les recuerda 4ever.
Gloria eterna para Jenner, Balmis (que siguió viajando y vacunando pese a sufrir de disentería) y sus ayudantes (el Dr. José Salvani murió con las botas puestas), y, sobre todo, para los 22 héroes huérfanos a quienes, esperemos, Nuestro Señor Jesucristo haya perdonado sus pecados terrenales.
Mi particular homenaje musical.