Gabriel Grun o la ironía








1.
El artista cumple sus fantasías: se convierte en una figura de acción: G. I. Joe o Wolverine. Más que buscar una etiqueta académica: el postfigurativismo, el neoclasisismodelaprimeramitaddesiglo, ser una de las imágenes de la publicidad y del mercado, ese paraíso sin dioses y sin expulsión. Incluir en el retrato a Durero y a Juan O’Gorman pero situarlos frente a una pared de ladrillo: convertirlos en personajes de stand up comedy.


Autorretrato con muñeco de mí mismoGabriel Grun


2. 
Éste es el momento de hacer segundas partes. Veintiún siglos después intentar Las metamorfosis, la caída de los elegidos. Para esto habría que cambiarse el nombre a Ovidio Posada e incorporar algunos de los hechos históricos y artísticos más recientes: desde el cristianismo y el surgimiento de cientos de imperios (La divina comedia, elParaíso perdido, las guerras santas, Roma, París, Londres, Nueva York) hasta el neoliberalismo (El Capital, las teorías del colonialismo y un catálogo detallado de las vanguardias y sus contrarreformas). Convertirse en una especie de Pierre Menard cibernético, un artista que domine y difumine los estilos y las escuelas, un hombre capaz de actualizar la mitología y combinarla. Reavivar la obra (evitando los remakes de Hollywood) si el mito de Dafne y el laurel ya resienten su antigüedad, crear una nueva Dafne que se convierta en Queso Gruyere.







Para leer el artículo completo: Punto en Línea, UNAM






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