Memoria del vacío, de Marcello Fois


Hay deudas recientes y deudas antiguas. Y cuando se empieza a pagar, se pagan todas, dice Samuele Stocchino, el protagonista de esta gran novela. Ése es precisamente uno de los motores que lo mueven: Dentro de aquella cálida oscuridad conocí mi destino: la soledad, la muerte del cariño, el gruñido de la venganza.

Marcello Fois se inspira en un personaje "histórico, y al mismo tiempo legendario": Samuele Stochino (al que él suma una "c" en el apellido) para narrar la vida de este soldado y posteriormente bandolero, ansioso de ajustar cuentas. Todo empieza como empiezan muchas pendencias que, en los entornos rurales, acaban en baños de sangre: una noche, cuando Samuele y su padre regresan a pie de un bautizo y se detienen en la casa de un tonelero a pedir un vaso de agua para el crío; el hombre lo deniega y dice que a esas horas no abre la puerta a nadie; y el padre, ofendido, hace una marca en el suelo, junto a la entrada, una "S" que simboliza su apellido y que obliga a las mujeres a santiguarse cuando la ven. Aquella tontería (o aquella ofensa, según se mire) es el desencadenante de una serie de burlas, enemistades y malentendidos que acarreará putadas y matanzas. Samuele es un muchacho que cobija dentro a un lobo, a una bestia agazapada que terminará explotando: es la lucha entre los ricos y los pobres, es el equilibrio necesario para mantener el honor.

Al fondo hay contiendas (la guerra de Libia, la Primera Guerra Mundial), hay leyendas (entre otras, las que pregonan una y otra vez que Samuele ha muerto), hay pendencias (con ramas familiares, con hombres que se hacen odiar), hay trincheras (quizá los mejores pasajes del libro)… La novela te atrapa desde las primeras líneas porque Fois es un narrador de raza, capaz de conjugar distintas voces narrativas y saltos en el tiempo hasta llegar al fascismo y Mussolini, mostrándonos esos años en los que anidan el vacío, la guerra y el destino. No os la perdáis. Un extracto:  

«Uno entiende muchas cosas mientras espera inmóvil, sepultado en la trinchera, con una especie de sabor a muerte y enterramiento. Sabor a tierra. Uno entiende, por ejemplo, en qué medida es importante saber leer y escribir. Sí, ya sé que se dice que para la guerra es necesario tener valor y el armamento adecuado, pero eso no basta. En esta guerra la escritura es tan necesaria como un buen equipamiento. Nosotros comprobamos a diario cómo cambia el estado de ánimo de quienes reciben noticias, aunque recibir noticias significa también que hay que saber escribirlas. Así es. Aquellos a los que nadie escribe tienen la sensación de estar muertos antes de ser abatidos al saltar de la trinchera. Muertos en el recuerdo, porque no tienen medios para narrarlo, y muertos de miedo, y de frío, y de asco. Los primeros días parece que es totalmente imposible sobrevivir, aunque luego, a base de beber grapa, comprende uno lo fundamental: no es necesaria la voluntad. Ni siquiera la voluntad de sobrevivir».
Samuele ha aprendido bien estas cosas, tanto en su etapa de recluta en Libia como en su vida civil en el pueblo: no existe la voluntad, sobrevivir depende únicamente de la resistencia. Y él ha resistido a fuerzas que habrían destruido a cualquiera.  


[Hoja de Lata. Traducción de Francisco Álvarez González]

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