Cristina García Rodero |
Estudio, selección y notas de Carlos Morales.
(En preparación)
Fernando Nombela
(Toledo, 1978)
Todnauberg
I
Mirar sin verte,
tantas veces mirada
que no es vista, reflejo
sombrío del sombrío
desaliento, aliento
ensombreciente que vacila
en sombras: asombro.
De negrura, fatigado vaivén.
II
Qué o quién, si hecha
la luz, arrojará luz?
¿Será, ya depuestos,
desaparecidos dioses
—no en ti, nuestros—
o se hará ángel
la gracia?
III
Estábamos, nosotros
estábamos
y —¿se puede?— no,
no podíamos respirar.
En busca
de aire, hacia
arriba, nadando
en desaliento,
cielo de óxido,
cánticos de ceniza,
encontramos fragmentos.
Nos atragantamos.
No podíamos respirar.
Arriba, encontramos
—¿en el fondo,
encuentro
del fondo?—
pecios,
un mundo, no
el nuestro
y nuestro, fragmentado.
Fragmentos
que no eran
nuestros: éramos
nosotros.
Y estábamos,
estaban muertos.
IV
Astillas, herida
aún abierta, luminosa
herida aun lejanas
las palabras
renacientes.
El tiempo, ¿qué guarece?
Otro tiempo
en que siempre:
siempre los días,
venidero siempre.
Y deseo.
(Sol y mente).
La cabaña, la herida:
astillas solamente.
V
Enfermo,
in-
curable-
mente enfermo.
El dolor
de algunos hombres,
incomprensible.
Dolor,
hombres,
incomprensibles
maestros de Alemania.
Tu pelo, Sulamita,
memoria frágil.
Ceniza doliente.
Tu ensangrentado pelo.
(De su libro
Pecios en aire de narciso
Madrid, Nuevos Autores, 2000)
Grandes Obras de
El Toro de Barro
Carlos Morales, "Salmo” Col. «Cuadernos del Mediterráneo» Ed. El Toro de Barro, Tarancón de Cuenca, 2005. |