Mi amigo dice que uno va a poder imprimir en su casa el libro comprado. ¿Qué gracia tiene eso a menos que vivamos en medio del Amazonas? Suelo comprar libros por Internet. Miro la foto de la tapa, la edición. Y después disfruto intensamente el viaje que hago para buscarlo. Voy pensando en el libro y vuelvo leyendo y tocándolo en el subte. Hay una experiencia central en que el libro no sea fácil de conseguir, en buscarlo. De la misma manera que creo que las personas que escriben y que me interesa lo que escriben, saben que trabajan para el papel, para la posibilidad de ser quemados o subrayados o escondidos, como Hegel, con La fenomenología del espíritu en su bolsillo mientras se escondía de las tropas enemigas.
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Para tenerlo en cuenta: si alguien les regala un libro de Cormac McCarthy –en el cumpleaños, Navidad, o cuando sea– en realidad les está regalando un pedazo de dolor. A grandes rasgos, la gente podría dividirse entre los inspirados que domestican las emociones y alcanzan el nirvana y los esclavos que, como escribió Rodolfo Wilcock, sólo piensan en el sexo y en la muerte. McCarthy escribe para los segundos.
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Sin embargo, me cuesta creer que vamos a poder dejar de tocar el papel, de olerlo. De conservar un libro en el abrigo. Cuando mi mamá enfermó y murió en un hospital de la obra social de mi viejo, yo paseaba por los pasillos con una edición pocket de Trópico de Cáncer. Como una petaca, lo tenía en el bolsillo de mi sobretodo. Eran los años ochenta y algunos jóvenes usábamos sobretodos negros y zapatones negros. En medio de esos días tan desgraciados, sacaba el libro y le empinaba un trago. La voz de Miller me daba fuerzas. Aún sé de memoria ese comienzo increíble: "No tengo ni dinero ni recursos ni esperanzas. Soy el hombre más feliz del mundo. Hace un año, hace seis meses, pensaba que era un artista, ya no lo pienso, yo soy. Todo lo que era literatura se ha desprendido de mí. No hay más libros que escribir. Entonces, ¿esto qué es? No es un libro. Es un libelo, una difamación. Es un prolongado insulto, un escupitajo arrojado a la cara del arte, un puntapié en el culo de Dios, del hombre, del destino, del tiempo, del amor, de la belleza…".
[Random House]