Bernard Pivot es un tipo al que hay que escuchar. Aunque sólo fuera por conducir durante años el célebre programa de televisión "Apostrophes" ya se merece nuestra atención. Al que hay que escuchar y, esta vez, también leer. En este volumen, bajo la estructura de un diccionario con las palabras que han definido su vida, nos presenta una extraña suerte de memorias. Pivot tiene un montón de anécdotas para contar. Tiene vivencias, amistades populares, momentos para enmarcar… No siempre está uno de acuerdo con cada entrada (sería raro si no fuese así) y en ocasiones afina menos el tiro, creo yo, pero, cuando acierta, toca señalar la página y anotar sus frases. Os dejo algunos ejemplos, que serán más ilustrativos que mis comentarios (y las primeras páginas: aquí; y otros extractos: acá):
Amor (Amour)
En el amor ocurre como en la política: las promesas solo implican a quienes las escuchan y se las creen. Un hombre, después de haber hecho con su conquista cuatro o cinco veces el amor, totalmente prendado, le anuncia que será la mujer de su vida, cuando no va a ser más que la mujer de un trimestre. Una amante asegura: "Antes de hacerte daño me corto la mano" y, tres semanas más tarde, con esa mano vigorosa teclea un mensaje de ruptura que más que hacer daño causará un gran dolor. Y aquel hombre que desea tanto como su mujer tener un hijo y que, cuando por fin nace, ya no se porta con la madre como un buen esposo. Y aquella mujer que le declara a su amante que no puede vivir sin él y que, después de un tiempo viviendo en pareja, se da cuenta de que es con sus propios sentimientos y deseos con los que no consigue vivir.
Amar es el verbo más complicado de conjugar en futuro, sobre todo en el denominado futuro simple.
Amar es un verbo que se suele conjugar en presente, de forma rápida y frecuente, en pasado y, hagamos lo que hagamos, en imperfecto.
Lo disparatado de las rupturas es que, de pronto, el que toma la iniciativa se olvida de todo: las promesas, las cartas, las noches, los pactos, las flores, los viajes, el gozo, las fiestas, las joyas, las risas, la complicidad, las pruebas, los éxitos, las cenas, los amigos, las casas, los espectáculos, los coches, los regalos, la música, los proyectos. Y a veces, incluso de los hijos. En diez frases o en diez líneas, todo queda borrado, oculto, descartado y erradicado. ¡Bajen el telón! La obra de teatro ya ha terminado, el elenco se separa, las luces ya se han apagado.
Pero, en presente, ¡qué maravilloso es el amor!
Sobre todo al principio, cuando no se sabe nada del otro y al mismo tiempo las miradas ya lo han adivinado todo. Las primeras palabras son bobas, y son las mejores. Los primeros gestos son vacilantes, torpes, y son los más emocionantes. Se sucumbe a las primeras sonrisas y las primeras risas suenan falsas al oído pero justas al corazón. Se habla de usted aunque ya se tenga la certeza de que pronto se tratará de ti y de tú.
Habría que acordarse solo de las primeras veces. Porque nada igualará jamás el placer del descubrimiento, la efervescencia del inventario, el júbilo de la conquista. El incendio de la pasión. Sí, después de eso todo estará bien, muy bien, nos besaremos mejor todavía, tendremos una armonía cultural cada vez mayor, pero no volveremos a encontrar esa emoción tan nueva, tan fresca, tan intensa, tan conmovedora de la primera vez.
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Escritor 1 (Écrivain 1)
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Sin embargo, algunos no nacen escritores. Se hacen. Para salir en la tele, para ganar el Goncourt y el respeto de sus proveedores, para entrar en el Who's Who o en la Academia Francesa. Para seducir a una mujer inaccesible o a un hombre distraído. Esos escritores no son los mejores. Porque la ambición de los escritores auténticos es simplemente la de asombrarse al descubrir todos los días una palabra exacta.
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Las palabras son de todos, pero pertenecen un poco más a los escritores. Las pescan cuando pasan por delante, por detrás o por debajo de ellos. Después las colocan en sus ordenadores o directamente en hojas blancas siguiendo un orden misterioso, a veces complejo, que depende de la sintaxis, de la gramática, de la meteorología, de los índices de confianza, de la comodidad del asiento y de la suerte.
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Salón-biblioteca (Salon-bibliothèque)
Sea cual sea la antigüedad de las encuadernaciones, la originalidad de las colecciones, la rareza de las ediciones de lujo, la belleza de las tiradas limitadas en gran papel, la distinción de los ejemplares numerados o con los bordes sin cortar, nada es comparable a la alineación de cientos de libros de edición corriente, incluso de bolsillo, en las estanterías de un salón o de una sala de estar, en los que se ve claramente, por las arrugas de sus lomos, la pátina del tiempo y el ligero desgaste general, que han sido leídos y considerados dignos de quedarse allí, por su contenido y no por su apariencia, ante la vista agradecida y cercana de los habitantes del lugar.
[Confluencias Editorial. Traducción de Teresa Lanero]