Palabras silenciosas. Una boca muerde el delirio entregándose a la pena. La noche irradia ternura en otro mundo. Nunca en el propio. Sobre la mesa descansan amuletos fallidos: Anillos que no caben en unos dedos huesudos - las manos regordetas siempre se llevan todos los créditos – o las flores, que abundan en Hiroshima, así como las grullas.
¿Tres deseos? Sólo uno:
Santificar el cuerpo en una ciudad única,
aquélla que sólo existe en sueños.
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