que no son monedas
en la mitad del universo babilónico,
este austero rincón silente y marginal
es un lindo órgano roto en la gran catedral sonora,
acaso arrulle el alma e invite a sueños sinceros
como haría el colchón raído de la abandonada fábrica de cornetas.
si exorno mi persona sentado estatuario en las vacías y fastuosas galerías de arte,
si pongo pelusa de un bolsillo al trasluz de las muchas ventanitas de oro veo
que no son monedas.
que no son monedas.
la pobreza es un estado de gracia que requiere equilibrio,
concentración, un corazón relativo que lata estruendoso aún en negras profundidades,
es hundirse a veces un proceso horizontal del espíritu moderno
rebelado a la perspectiva vertical de cien pretéritas vidas.
hoy se me antoja horrendo ese concierto de tontas palmadas tras cada pomposa sinfonía,
este asqueroso motor de mil caballos que ronronea en el auto al linde del abismo
tan bellos y eternos,
los labios de las estatuas de los parques besan aún bajo la mierda de las aves,
aún bajo las lluvias, aún frente a los mocos de los críos de los toboganes,
dan a luz besos eternos que sobreviven a la historia
pero yo beso besos que mueren continuamente porque son besos vivos,
accidentales, minúsculos y míos, tuyos, como la pelusa simple de nuestros bolsillos.
si pongo pelusa de un bolsillo al trasluz de las muchas ventanitas de oro veo
que no son monedas, amor,
que no son monedas.