Todas las heridas sirven

Es muy pobre la memoria que sólo funciona hacia atrás”, a partir de esta revelación de la Reina Blanca en 'Alicia en el País de las Maravillas', Juan Gabriel Vásquez construye su nueva y brevísima novela, 'Las reputaciones', mi último descubrimiento. La prosa de Vásquez exige mi atención y me aleja de todos los demonios. Por eso es tan buena; por eso y porque extrae una ternura insospechada de las situaciones más grises. Me hace pensar que el buen escritor tiene mucho de buscador de oro: su convicción en el éxito de la caza del tesoro, incluso en el territorio menos propicio, es infinita.

Agradezco el hallazgo en una semana que se presentaba difícil y, finalmente, más que triste resulta extraña, llena de demasiadas cosas, sin tregua para sentarse, respirar hondo y constatar con cierta sorpresa la ausencia del previsto vacío en el estómago.

Aunque no tengo duda: llegará.

Esta calma de luces agradables y días largos será arrasada por la onda expansiva. Será como podar un árbol, tal vez algo más apocalíptico, habrá humo negro y gritos de dolor; y cierta paz en ese reconocimiento de la detonación; en la certeza de la muerte que pendía sobre nosotros.

Durante el primero de mis cuatro días libres, Javi, que lo sabe todo, me envía un whatsapp animándome a desconectar. Escribe: “Vive”. Lo leo tirada en el sofá, de vuelta de una productiva tarde con Iñaki, plagada de visitas a librerías de segunda mano. La obra selecta de Hemingway, saldada por RBA, descansa sobre la mesa y, desde la portada, el rostro furibundo, inescrutable de Ernest me observa con expectación.

Miro al techo.

Me pregunto cuáles son las palabras adecuadas.

Ninguna sobra.

Es el orden de los acontecimientos lo que les da valor; su ubicación en la línea del tiempo; su relación con el acontecimiento precedente y con el posterior... debería abordarse cada existencia con los parámetros que utilizamos para evaluar una partitura: Mozart compuso el Réquiem utilizando las mismas siete notas musicales que combinó Gustavo Pascual en 'Paquito el chocolatero'.

Debo emplearme a fondo en la “reconstrucción” de la realidad.

Y, mientras tanto, leo también a Markson. Termino 'Punto de fuga', que es un buen ejemplo del terreno común en el que habitan la música y la literatura. Subrayo lo que dijo Isak Dinesen: “todas las penas pueden soportarse si las plasmas en una historia”; recuerdo el comentario reciente de mi amigo el poeta Ángel Erro en el Ginger, que fue más o menos este: “lo bueno de dedicarse a cualquier campo relacionado con la creación es que resulta aprovechable cualquier dolor. Todas las heridas sirven”.

Lo que hicimos a continuación, después de comer y despedirnos, fue buscar, conectados por Facebook, mitos relacionados con el adulterio entre hermanos.

Todas las heridas sirven. Lo que importa es el orden de los acontecimientos.

Una parte del 'Sálvame' se graba en la tienda; al día siguiente Sílex Ediciones llena el Fórum con la presentación de 'Juana la Beltraneja'; Vitu me lleva el domingo a un bar de viejos al final de la calle de La Palma; me encuentro con Jorge y Claudia en mi trayecto hacia el supermercado; luego veo la victoria de Pedro Sánchez en la televisión y asisto con suspicacia al pase de madrugada de 'La lista de Schindler' en La 1. Me digo que no es casual y, no sé por qué, llego a la conclusión de que el mal tiene un carácter vampírico: aquel que lo sufre acaba infringiéndolo.

Las llamas se retroalimentan en el infierno.

Los asesinos están ciegos.

Me hallo bajo los efectos de una radiactiva amargura.


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