En el aburrido mundo de los adultos, un universo en el que, como bien sabía el principito, suelen primar las cosas tan irrelevantes como las apariencias o el precio de los objetos, surgen a veces, a modo de milagro, personas fascinantes. Antoine de Saint-Exupéry lo fue. Sólo alguien tan especial como él podía crear un libro que sigue siendo referencia para tantas generaciones de lectores, una obra universal apta para niños de todas las edades. Se necesita una gran humanidad y una sensibilidad excepcional para analizar el complejo mundo de los adultos y plasmarlo en el papel con una sencillez no exenta de belleza. De sobra es sabido que autor y obra siempre van de la mano, y muchos escritores han confesado la unión tan ‘personal’ que han mantenido con algunos de sus personajes más relevantes. En el caso del escritor galo, hasta sus biógrafos han reconocido que es raro encontrar a un autor más ligado a su personaje que Saint-Exupéry a su principito de rizos dorados. Por caprichos del destino, el aviador no pudo disfrutar del éxito del libro, aunque quizás, de alguna manera, lo intuía y se dice que volaba con una copia para leérsela a sus compañeros. En el verano de 1944, pocas semanas antes de que París fuera liberada, el rastro de su avión, que partió desde Córcega, se perdió para siempre.
El principito, publicada en las postrimerías de la II Guerra Mundial, con el telón de fondo de una Europa derruida, es uno de los libros más leídos del mundo. Las conmovedoras ilustraciones que el propio Saint-Exupéry realizó, acompañadas de citas tan conocidas como su: “Solo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”, son un icono popular. La crítica al universo de los adultos, marcado por la escasa comprensión que muestran ante todo aquello que se aleje de lo que ellos conciben por importante, y por el alto valor que le dan a lo material y a las apariencias, es uno de los ejes centrales del libro. La soledad -que el propio escritor sintió en primera persona cuando residió en Nueva York y se sintió fuera de lugar al no hablar inglés y no poder volar-, las responsabilidades y las relaciones humanas son otros temas centrales de una obra que los niños aprecian como un cuento y los adultos como un libro para pararse y reflexionar sobre el mundo en que vivimos.
Mucho se ha escrito sobre este libro, y ahora la editorial madrileña Sexto Piso –en mi opinión, una de las que mejor catálogo tiene y que más arriesga en estos tiempos oscuros– ofrece un homenaje a su creador con una preciosa biografía ilustrada por el artista checo Peter Sís. Una auténtica joya pensada para todos los amantes de El principito, pero también para todos aquellos curiosos que no sepan mucho de la vida del aviador, y por supuesto para los apasionados de los libros ilustrados. Y es que, ¿qué lector de El principito no ha fantaseado alguna vez con la posibilidad de que Antoine de Saint-Exupéry no hubiese fallecido? Que su avión, perdido en aguas del Mediterráneo, volase lejos, tan lejos que fuera capaz de cruzarse, quién sabe cuándo y dónde, con ese niño de cabellos dorados que en su imaginación estaba muy vivo. Igualmente, mucho se ha hablado y especulado durante años de ese avión y del cuerpo del francés, que nunca fue hallado. Al fin y al cabo, Antoine era un piloto experimentado que sobrevivió a varios accidentes de aviación...Sin embargo, hace unos años, en 2008, el misterio sobre la desaparición del avión que pilotaba Saint-Exupéry -el Lightning P-38-, quedó más resuelto gracias al testimonio de un piloto alemán que afirmaba haber derribado el avión del escritor. En esta biografía, Peter Sís prefiere dejar un final más abierto y esperanzador. Como si quisiera decirnos: Antoine de Saint-Éxupéry pertenece a todos sus lectores, y cada uno puede elegir para él el final que más desee. Yo, personalmente, prefiero este cierre tan poético y, por qué no, tan nostálgico.
El piloto y el principito es una obra breve llena de detalles. Sorprenden las cuidadas ilustraciones a dos páginas, llenas de pequeños guiños para pequeños y adultos, y a través de los cuales entendemos la íntima relación con el aire que el escritor galo, nacido con el comienzo del siglo XX, mantenía. La cartografía, el limpio horizonte, la presencia casi constante del mar…Elementos que siempre formaron parte de la breve vida del aviador, y que sin duda le inspiraron para concebir El principito. Una vez más, comprobamos cómo la vida de un autor influye en sus textos y en su visión de la literatura. No se puede separar la experiencia vital del escritor de sus textos. Aunque quizás no todos lo sepan, Saint-Exupéry fue autor de otras obras sobre el universo de la aviación –Tierra de hombres y Vuelo nocturno, por citar algunas–, y en esta biografía se homenajea precisamente esa pasión por el aire y por los aviones. Una pasión que, finalmente, condujo a Saint-Exupéry a la muerte.
<<Desde los cielos, Antoine veía el fuego, el humo y la destrucción que los alemanes iban dejando a su paso mientras se precipitaban desde el norte. Invadieron Francia el 10 de mayo de 1940 y el país cayó en solo treinta y ocho días. La unidad de Antoine fue enviada al norte de África y su labor concluyó. De regreso a Francia, se dio cuenta de que no era capaz de vivir bajo la ocupación alemana…>>.
La narración, como se aprecia, es tan sencilla que recuerda al estilo de El principito. Está concebido como una suerte de cuento sobre la interesante vida del aviador, de la gente con la que se cruzó y de los lugares que visitó. Y de cómo todos ellos acabaron, de una manera u otra, en sus textos. Las ilustraciones son grandiosas. He seleccionado algunas imágenes del libro para esta entrada, ya que creo que merecen ser destacadas y contempladas una y otra vez. Además de ser un magnífico artista, el checo Peter Sís es un admirador de esta obra, y lo demuestra con este hermoso trabajo, por el que ha recibido un notable reconocimiento.
Se cumplen ahora setenta años de la desaparición de este intrépido aventurero y Sexto Piso nos regala un particular homenaje al creador de una obra universal. Una gran oportunidad para conocer al hombre que hay detrás de esa leyenda, un hombre que también fue inventor y al que le encantaba jugar con niños y fabricar para ellos aviones de papel. Acaso porque él sabía mejor que nadie que la imaginación es poderosa y tiene alas que pueden llevarla tan lejos como ella quiera.