La Oscuridad es una novela hipnótica, obsesiva, trascendente y arrolladora. Se entra en ella como en un balneario de nórdicas formas y se sale bañado en la catarsis vital de las pulsiones más radicales que pueden afectar al ser humano.
Un director de cine de reminiscencias bergnianas queda viudo. Su esposa, una atormentada actriz de gran parecido a Catherine Deneuve, reaparece en el hogar conyugal misteriosamente tras la vuelta del velatorio.
Endre, así se llama el cineasta, y Liv, es el nombre de la actriz, establecen un juego de apariencias y espejos. En él lo fundamental no son las causalidades o los motivos, sino que se centra en el juego de esencias que se esconden en cualquier relación humana. Conocer al otro y conocerse a uno mismo son las principales dificultades reales a las que nos enfrentamos como individuos.
Nadie está libre de crear imágenes distorsionadas frente al reflejo de la alteridad. Somos contradictorios y compulsivos sin que nadie haya podido dilucidar los mapas emocionales de ese proceso. No pretendemos abarcar aquí la totalidad de la obra, pues aunque el camino y la prosa están cargados de hallazgos, conviene no desvelar demasiado de ese paisaje nevado que nos propone el autor como punto de partida.
Los caudales que moviliza y trata el texto son profundos y agitados: la maldad, el sexo, los celos, la posesión del objeto deseado, la alteridad...nada es sencillo, ni cómodo, en el camino de la persona. Nos desazona aquello que nos atrae y, en este sentido, La Oscuridad es una obra más que jugosa. En ella descubrirán un terror surgido de la cotidiano, de los miedos diarios, de los conceptos que escondemos las personas. No debemos decir más. Acérquense a ella. No lo lamentarán.
"No hay plano secuencia más fascinante que la realidad"
Entrevista a Ignacio Ferrando en Periodista Digital (23/6/2014)