Hazañas bélicas


Cuando te juntas con antiguos compañeros de farra, surgen las hazañas bélicas. La mayoría estamos ya con pareja o casados, algunos con hijos, y por mucho que nos autoengañemos o hagamos la dieta Duncan, el tiempo va derritiéndonos a base de alopecia, michelines y achaques varios. De victoria en victoria hasta la derrota final, como suele decirse. A la segunda o tercera copa comienzas a recordar las correrías noctámbulas, ligues, salvajadas, antiguas novias… Cuanta más intensidad se aplique a la remembranza, “mira que hemos sido” o “anda que no las liamos pardas”, más lejos nos hallamos de la Arcadia. Pasan chicas jóvenes y regresan los gestos de complicidad, alguna burrada, pero con el fondo melancólico de quien es consciente de que lo que antes era el pan de cada día, ahora es caza mayor, y no hay ni postas ni ganas. Porque también sabemos que la noche no nos pertenece, de que por mucho que nos pavoneemos, cualquier intento de viajar en el tiempo entrándole a una cría en una discoteca o fingiendo un “desmadre en Las Vegas” se saldaría con un ridículo, un resacón laminador o nuestras ojeras contemplándonos con tristeza en el lavabo de algún after. Los que se divorciaron o tuvieron la tentación de volver a ser jóvenes, saben bien lo que es soportar las miradas de extrañeza de la chavalería cuando intentas pedir un Ardbeg en vez de una litrona, o a las dos semanas de tener una amante quince años más joven enfrentar ese silencio de quien no tiene mucho más que contarse. Sí, fuimos reyes y fue divertido, pero ahora, a la quinta copa, sabiendo que ya nos hemos pasado, aunque sigamos vanagloriándonos, tenemos la certeza de que mañana lo vamos a pagar a base de ibuprofeno y maldiciones. Entre trago y trago, exaltación de la amistad viene y exaltación de la amistad va, yo, que probablemente soy de los que más cacarean, agradezco secretamente que cuando llegue a casa totalmente cocido, tengo a alguien esperándome para compartir el miedo y la incertidumbre, pero también el cariño y las alegrías. Entretanto, alguien acaba de encargar otra ronda. Qué se le va a hacer: todavía nos gusta el olor a nápalm por la mañana.   

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