Fiódor Dostoyevski: Noches blancas, El pequeño héroe, Un episodio vergonzoso. Alianza. Traducción y nota preliminar de Juan López-Morillas.
Tres relatos del primer Dostoyevski, el genio que aún no ha pisado Siberia. Diez años de posterior exilio lo transforman en un genio todavía mayor. Las más de las veces, sin embargo, uno no se va a las Antípodas: cambian ¿solo? el grosor y la largura de la cuerda.
Releo cartas de la época del Gran Amor. Las recorren un ofuscado romanticismo y un vano entusiasmo por la vida [RAE, Vano: 1. Falto de realidad, sustancia o entidad]. Qué lejos me siento de ambos. Juventudes. Cortas vidas. El influjo excesivo de lo exterior. Con todo, esa también fui yo.
Convivir con Dostoyevski no pudo ser fácil. Quienes sufren en la niñez están destinados (pero yo no creo en el destino) a autoinmolarse, a maltratar a otros, a cauterizar sus miedos y pesadillas a través del arte. El Dostoyevski pre y pos siberiano tenían por fuerza algo en común. El hombre del subsuelo está presente en toda su obra. A veces susurra en las esquinas, otras se muestra a plena luz.
Aunque exhiba un romanticismo exaltado, Dostoyevski no es un cursi. La resolución briosa de conflictos, la inspección de los retorcidos tics humanos, el no desfallecer de su pluma pesan —siempre— más. La felicidad ingenua y bobalicona, ¿casa con la vida adulta? ¿Con la aceptación de la muerte, del tiempo finito, de lo irresoluble de tanto misterio?
Cada cual carga su Siberia. Y sus efímeras noches blancas.