(Microrrelato publicado en El cultural, 6-6-2014)
El esférico, una mole de hielo y roca, se desvió tras rozar otro cuerpo celeste, atravesó nuestro área a treinta mil kilómetros por hora, transformado ya en una bola de fuego silbante, y se incrustó al fondo del mundo, frente a las costas de Yucatán. Fue el mejor gol de la historia de la competición. O de la era mesozoica.