«Les sanglots longs des violons de l’automne
blessentmoncoeur d’une langueur monotone»
«Los largos sollozos de los violines del otoño
hieren mi corazón con una monótona languidez».
Con estos hermosísimos versos del gran Paul Verlaine, anunciaba el mando aliado a la Francia ocupada que el día de la liberación había, por fin, llegado.
Cómo no conmemorar, en el día de hoy, una de las más grandes batallas que ha conocido este planeta. Los datos son apabullantes. Y todo comenzó con un desembarco.
El Desembarco por excelencia:
El asunto era fácil... Los soldados aliados (los buenos, no se líen) se enfrentaban a millones de minas, nosécuántos miles de fotogénicos erizos checos, alambradas, multitud de búnkeres, nidos de ametralladoras y un montón de soldados nazis (los malos) que les esperaban entre cabreados porque se les acababa el chollo del expolio europeo y acojonados por lo que se les avecinaba.
El jaleo se programó para el día 5 de Junio pero se pospuso, a causa del mal tiempo, al día 6 tras una aparente mejoría.
Y ahora, la anécdota: Rommel, máximo responsable de las fuerzas de defensa del norte de Francia, se encontraba en Alemania celebrando el cumpleaños de su esposa Lucia (los alemanes siempre han sido muy adelantados en eso de la conciliación de la vida laboral y familiar) pues estaba convencido, pese a sus sospechas iniciales, de que el desembarco se produciría el 20 de junio en Calais.
Se equivocó y, lo que es peor, también lo hizo a la hora de elegir el número de los zapatos que compró a su mujer en una zapatería parisina. Dos errores fatales.
La peor parte del desembarco se la llevaron los estadounidenses debido, en buena medida, a que sus barcos no se acercaron suficientemente a la costa dejando a los tanques anfibios demasiado lejos. Muchos se hundieron. Además, su artillería no alcanzó la costa, lo que se tradujo en que, tras el bombardeo, las defensas alemanas quedaron casi intactas.
Los yankis habían valorado que los tanques británicos, adaptados a labores de limpieza de granadas y alambradas, eran una frivolidad, así que no implementaron la idea sufriendo, en consecuencia, una verdadera carnicería entre sus filas. Especialmente si se la compara con el éxito en las playas asignadas a los británicos y canadienses (no olviden NUNCA que los canadienses parecen simplones pero los tienen cuadrados y se han metido y se meten en todos los fregados importantes y que en este desembarco les tocó Juno, la playa mejor defendida de todas).
3.000 bajas sufrieron los norteamericanos en Omaha tras 8 horas infernales. Nos lo contó muy bien tito Spielberg como habrán podido comprobar los que hayan visto el primer vídeo.
La Batalla de Normandía se prolongó, tras el día del desembarco, durante casi tres meses. Resultado: casi medio millón de muertos entre soldados aliados, soldados alemanes y... ¡¡¡70.000 civiles franceses!!!.
¿Sigo?. No, no sigo que esto está quedando muy largo.
Moraleja. El Desembarco y la posterior Batalla de Normandía: Hitos y Mitos de la WWII por excelencia.
Y es que los soviéticos murieron muchísimas veces más... pero los yankis se han vendido mucho mejor gracias al omnipresente dios Hollywood.
Hablando de Hollywood.
Traemos hoy al blog una marcha militar muy resultona de la película El día más largo dirigida en 1962 por Kennin Annakin (parte británica), Andrew Marton (parte yanki) y Bernhard Wicki (parte boche; Wicki es el director de la magistral El Puente, película que recomendábamos aquí).
El día más largo, cuyo título hace referencia a una frase profética de Rommel («Será en las playas donde se decidirá el curso del desembarco. Será el día más largo»), es una película de tres horas que recomiendo principalmente a los incondicionales del género épico - bélico y que narra, como ya se pueden imaginar, el capítulo del desembarco de las tropas aliadas en Normandía el 6 de junio de 1944. Cuenta con un reparto multiestelar e internacional (¡43 estrellas internacionales! según rezaba la publicidad de la época). Actúan Robert Mitchum y John Wayne. A mí me vale.
Bueno, también sale la guapa actriz francesa Irina Demick usando las pechugas como arma de despiste y/o seducción contra la soldadesca alemana en uno de esos alardes de frivolidad comercial made in Hollywood que tanto nos gustan.
Y, coñe, ¡sale Paul Anka haciendo un cameo!, un tipo que siempre me recuerda al cantante apadrinado de Corleone. Ése al que no querían darle el papel de su vida en una película de guerra pero que, finalmente, acaba consiguiendo con la ayuda de un caballo... Ahí lo dejo.
El caso es que el leit motiv de la película es una marcha militar que se hizo muy popular (en voz del mismo Paul Anka) en los años 60 y que mi padre me cantaba con una letra en castellano que decía "Ya se vaaaaaaaaaan, a las montañaaaaaas" donde el original reza "Many meeeeeen, the mighty thousaaaaaaands". No sé si hubo un cover patrio o los spanish lyrics son obra de la fecunda imaginación de mi progenitor.
Disfrútenla como ustedes y el aniversario se merecen: con el volumen a tope.
Dedicado a Nacho.