Without, de Donald Hall


Éste es uno de los poemarios más duros que he leído sobre la enfermedad, la muerte y la ausencia. El poeta Donald Hall estuvo casado con la poeta Jane Kenyon. Ella enfermó de leucemia y un tiempo después falleció. Without es el homenaje y el lamento de Hall ante aquello. En la primera mitad del libro, más o menos, leemos los poemas sobre las noticias que van recibiendo en el hospital, sobre los cuidados diarios, la quimio, el llanto por aquello que van a perderse como pareja, sobre esos momentos en los que él tiene que ayudarla a vestirse e incorporarse, hasta que muere. La segunda mitad consiste en las cartas en forma de poema que él escribe sobre la pérdida, sobre los días en que visita su tumba y lo desolado que se siente, y especialmente sobre el amor, que no se apaga. Hay versos que se te clavan dentro durante días, como éstos, pertenecientes al texto "Carta después de un año": El año de días / sin ti y sin tu cuerpo pasó / tan rápido como una tarde; / pero cada tarde fue como un año. En edición bilingüe, con unas cubiertas negras que parecen un traje de luto, es una obra imprescindible. Lo repito: imprescindible. Algunas muestras:

Su larga enfermedad

Desde el amanecer hasta que caía la noche
permanecía junto a su esposa en el hospital
mientras que la quimioterapia, gota a gota,
fluía por el catéter hasta el corazón.
Bebía café y leía
el Globe. Paseaba de un lado a otro, trabajaba
en sus poemas; le frotaba la espalda
y le leía en voz alta. Dominados por el miedo
lloraban y se declaraban, cándidamente,
su mutuo amor una y otra vez.
Una mañana mientras caía la nieve Jane contemplaba
la oscuridad borrosa por los copos.
Desplazaron el gotero, al que ella llamaba Igor,
lentamente a través del control de enfermería
hasta la puerta exterior
para que pudiera respirar el olor de la nieve.

**

Cuando se hicieron novios, el pelo de Jane
era corto y lacio, dócil.
Después se lo dejó largo,
por debajo de los hombros,
y escribía poemas desde aquella caverna.
En New Hampshire, a medida que maduraba,
su cabello se hizo más próspero -tupido,
rizado, sensual, con mechones blancos
que realzaban los rasgos de su rostro.
Él acariciaba con su mano aquella cascada de musgo oscuro.
Cuando cumplió los cuarenta
su belleza irrumpió
como un tesoro-ojos, pómulos, nariz,
y cabellos con la densidad del agua.
Hoy,
al ver su cabeza calva
y su cara hinchada
por la prednisona dijo: "Soy Telly Savallas".

**

Últimos días

"Era razonable
pensar". Eso había escrito. Al día siguiente,
en la consulta,
la hematóloga de Jane, Letha Mills, se sentaba
en tensión, su auxiliar,
de pie, con la espalda apoyada en la puerta.
"Tengo terribles noticias",
les dijo Letha. "La leucemia ha vuelto".
"No hay nada que hacer".
Los cuatro lloraron. Él preguntó, ¿cuánto le queda?,
¿por qué otra vez ahora?
Jane sólo preguntó: "¿Puedo morir en casa?"

**

Aquella tarde en casa
tiraron los medicamentos a la basura.
Jane vomitó. Él lloró,
ella, sin una lágrima en los ojos, callaba
intentanto olvidar. Por la noche
él cogió el teléfono
para llamar a los hijos o a algún amigo
con quien hablar de aquel espanto.

**

Tarjeta postal: 22 de enero

Me hice fuerte durante el verano y el otoño
y ahora puedo cargar con tu muerte. Le doy de comer,
la baño, la acuno, y le cambio los pañales.
Levanta su pequeña calavera, sosegada
y trémula. Sonríe, escupe, hace caca
en el váter, aprende a leer y a multiplicar.
La veo crecer, prosperar, desarrollarse.
Es la niña preferida de su madre.


[Ediciones Vitruvio. Traducción de Juan José Vélez Otero]

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