Óscar Ayala
Treinta segundos antes de mi muerte
Tan solo sonreír es más abominable que morir.
Solo para morir
permito
abrir la puerta.
(Dicen que en cada gesto sus beatíficos párpados
iban perdiendo fuerza; dicen que al desplomarse
aplastaron una ciudad del tamaño de mi asco por los mansos.)
Si es urgente matar
o amar con rabia,
¿por qué esperar una señal?
Si hay que empuñar el lápiz con firmeza;
si hay que exprimir palabras como “amor”,
“amigo” o “esperanza”
para extraer la última gota de violencia;
si hay que desenterrar la profecía
que anunciaba una edad tan muy, tan más y tan entonces;
si hay que aventar el ancho
clamor de bienvenida
¿por qué esperar
una señal?
¿Por qué esperar si se presiente el ritmo
de la conspiración,
el zumbido insistente, el gesto
que precede a los pactos,
la efímera empatía entre animales
lingüísticos rivales?
No quiero, sin embargo, estar presente
el día de la victoria.
No hay victoria sin muerte.
No hay verso sin melífera flor de la tentación.
(Ya todo buen poeta ha tenido su verso
y no tengo yo otro que el que guardo escondido
para dártelo escrito
treinta segundos antes de mi muerte.)
De su libro
Parajes de lo incierto,
Alacena Roja, 2014
Grandes Obras de
El Toro de Barro
José Ramón Ripoll, "Variaciones sobre una palabra". Col. Cuadernos del Mediterráneo. Ed. El Toro de Barro, Tarancón de Cuenca 2001. edicioneseltorodebarro@yahoo.es |