Hace unos días comentamos Madame Bovary en el club de lectura. La hora y media que teníamos planeada se acabó convirtiendo en tres horas, no digo más.
Creo que una de las cosas que más llamó la atención de la novela es la psicología de Emma, su complejidad, la ambivalencia que produce en el lector. ¿Hasta qué punto es una víctima de la sociedad burguesa en la que le ha tocado vivir como mujer? ¿En qué medida es la causante de las desgracias de otros personajes, entre ellos su propio marido? ¿Eran legítimos los deseos que la llevaban siempre a buscar un sentimiento exaltado o más bien producto de la lectura enfermiza de novelas sentimentales? El problema de la moral se convirtió en uno de los temas más candentes de la discusión.
Como en cualquier lectura compartida que se precie, la variedad de puntos de vista nos ofrecía nuevos matices, interpretaciones en las que no habíamos pensado al enfrentarnos al texto en solitario. Es hermoso poner en común reflexiones en torno a un libro, ver cómo la conversación deriva hacia lugares diversos para volver de nuevo a la concreción de la novela. Al contrario de lo que le pasaba a Emma Bovary, no tuvimos que caer en el aburrimiento, al menos durante el tiempo que le dedicamos a su historia. Gracias, Emma.
Como en cualquier lectura compartida que se precie, la variedad de puntos de vista nos ofrecía nuevos matices, interpretaciones en las que no habíamos pensado al enfrentarnos al texto en solitario. Es hermoso poner en común reflexiones en torno a un libro, ver cómo la conversación deriva hacia lugares diversos para volver de nuevo a la concreción de la novela. Al contrario de lo que le pasaba a Emma Bovary, no tuvimos que caer en el aburrimiento, al menos durante el tiempo que le dedicamos a su historia. Gracias, Emma.