Todos en pie.
Vamos a celebrar hoy
el centenario de un mito musical del Cine.
Se cumplen 100 años del nacimiento de la archipopularísima Marcha del Coronel Bogey compuesta en 1914 por el Mayor Frederik Joseph Rickets (1881-1945) quien firmaba sus trabajos con el seudónimo de Kenneth J. Alford. Aquí podrán escuchar la versión original.
No busquen la biografía del Coronel Bogey que da nombre a esta composición porque es un personaje que nunca existió (nota: Bogey Man = Hombre del Saco).
Algunos dicen que el Coronel Bogey era un rango militar que, a modo de chanza, otorgaban los oficiales del ejército británico bien a los civiles que jugaban en sus clubes de golf, bien a un personaje ficticio contra quien se competía para mejorar el par del campo (o algo así).
Aunque, según la viuda de Rickets/Alford, el Coronel Bogey sería el avatar de un coronel de carne y hueso que solía silbar las dos primeras notas de la marcha cuando hacía noséqué golpe jugando al golf.
En cualquier caso el prosaico origen de tan gloriosa marcha sería, más o menos, el mismo: bromitas de golf de gentlemen británicos.
La marcha se popularizó durante la WWII o, más bien, se vulgarizó gracias a la sucia boca de la tropa cuando decidió ponerle una letra que, más o menos, venía a decir:
Hitler has only got one ball
The other is in the Albert Hall
Himmler has something sim’lar
And poor old Goebbels has no balls at all.
Traducción libre gusana (priorizando la rima y la intención sobre la literalidad):
Hitler tiene sólo un cojón.
Otro está en el Albert Hall.
Himmler es medio eunuco .
Y al pobre Goebbles le faltan los dooooooooos.
Sir Malcolm Arnold, echó mano de la Marcha del Coronel Bogey para adornar una de las entradas y una de las presentaciones de personajes más recordadas y admiradas del Séptimo Arte. La que habrán visto al principio del post si le han dado al play.
Como el Mayor Rickets consideraba de mal gusto muchas de las ofensivas letras que la soldadesca había inventado para completar su melodía, solamente consintió ceder sus derechos a condición de que no se cantara ninguna de ellas. Y ante la falta de una orquesta como dios manda en mitad de la selva (que solamente sonaba en la cabeza del chiflado Coronel Nicholson), se recurrió al canto sin palabras por excelencia: el silbido. Así que David Lean metió el silbidito para no herir sensibilidades.
Felicidades al Coronel Bogey, al Mayor Rickets, a Sir Malcolm Arnold, a David Lean, a Alec Guinness y a la marcha que popularizó todos estos grandes nombres.
Y ahora, la versión que ponía mi padre en el tocadiscos: Mitch Miller y su orquesta.