Intemperie, de Jesús Carrasco; Es un decir, de Jenn Diaz; Por si se va la luz, de Lara Moreno; y ahora, Alabanza, de Alberto Olmos. Todas ellas tienen en común que están escritas por autores jóvenes que, lejos de posmodernismos y novelas de ciudad, sitúan sus últimos trabajos en lo rural. Y, a excepción de la novela de Carrasco, donde la acción parece situarse en un pasado en el que el pueblo era un pilar fundamental en esta sociedad nuestra, las otras se sitúan en el presente o, en el caso de Lara Moreno y el propio Olmos en un futuro inmediato y con personajes muy propios de esta época: con profesiones liberales y enganchados a las nuevas tecnologías.
La nueva novela del escritor segoviano habla principalmente de tres temas:
1. La falacia del amor verdadero que nos intentan vender.
2. El pasado de uno y como este, de una manera u otra, se refleja en el presente aunque queramos evitarlo.
3. El fin de la literatura. Al menos tal y como se conoce hasta ahora.
Así dicho puede sonar a grandilocuente pretender abordar estos temas tan amplios y a tarea inabarcable, pero Olmos sabe cómo tocar cada uno de los puntos sin pecar de exceso o defecto.
La novela se inicia con una frase contundente "No estoy enamorado de ti" que, si se mira bien, es la declaración de amor más impactante que uno puede decir porque una persona puede dejar de estar enamorada de otra para quererla de manera mucho más sincera y menos "química". La frase la pronuncia Sebastian y va dirigida a Claudia, una pareja que va a pasar dos meses a un pueblo apartado de todo en el que viven poco más de veinte lugareños. Él es escritor y, tras pegar el pelotazo con un bestseller infumable, quiere volver a ser el autor de culto (porque nadie le leía) que era. La idea es componer un libro de relatos donde se de cuenta de las diferentes amantes de Sebastian a lo largo de su juventud. Esta primera parte de la novela está construída a base de focalizar la acción en él y en ella de manera sucesiva. Así, mientras que el está encerrado en la casa malgastando folios y recordando viejos amores, ella pasea por el pueblo y le cuentan una historia que le marca su estancia allí hasta el punto de llegar a obsesionarla: hace treinta años una mujer enloquecida quemó una de las iglesias del pueblo.
La segunda parte se centra en Sebastian, que sale por fin de su encierro para rememorar recuerdos de infancia. Esta parte me parece la más floja.
En la tercera parte sale a relucir el Alberto Olmos más beligerante y para dar buena cuenta del mercado editorial actual. La explicación de cómo subsiste una editorial que publica solo a autores noveles me parece de lo más acertada para todo aquel que sepa cómo funciona el mundo del libro. La tesis explica que la clave es publicar a bastantes autores, por muy mediocres que sean, ya que estos nuevos productos aseguran la supervivencia un mes más y compensan las devoluciones de libros anteriores. Y en realidad es así, el mundo del libro es un ir y venir constante de títulos de la editorial a la distribuidora y de ahí a la librería. Y una vez en la tienda y pasado dos meses, hacer el camino inverso.
No he leído gran cosa de Olmos. Disfruté mucho con Trenes hacia Tokio y la apostilla que era, de alguna manera, Pose. A bordo del naufragio me pareció un gran ejercicio de estilo para un chaval que contaba con poco más de veinte años. En cuanto a Ejército enemigo me pareció floja en comparación con estas obras citadas y creo que me pueden gustar bastante las publicadas en Lengua de trapo. Alabanza, me parece la obra más ambiciosa y conseguida hasta la fecha.