Este relato, bellamente ilustrado por Mar del Valle, debería ser lectura obligatoria en los colegios. Lo explico. La fuerza de los fuertes es una metáfora de cómo el hombre, con el paso de los siglos, ha ido creando sistemas sociales de orden que, al final, han acrecentado las injusticias y los desequilibrios entre quienes poseen mucho y quienes tienen poco. Para ello, London se vale de una tribu de semi-salvajes (aunque ya están dejando de serlo) en la que destaca Barba-Larga, un venerable anciano que cuenta a sus nietos cómo pasaron de un sistema individual, propio de la defensa y la alimentación de cada familia, a un sistema colectivo donde las familias procuran apoyarse unas en otras, haciendo de su unión la fuerza para sobrevivir a la hambruna y a los ataques enemigos. Pronto empiezan a establecer leyes, como vemos en este pasaje:
»Los hombres que no tenían mujer querían las mujeres de los otros, lo que ocasionaba múltiples peleas entre los hombres, y a menudo se veía la cabeza de uno quebrada o una lanza atravesando el cuerpo de otro. Mientras uno de los vigías estaba en lo alto de la divisoria, otro hombre le robaba su mujer, y entonces el que vigilaba tenía que bajar a luchar con él. Entonces el otro vigía también temía que le robasen a la suya, con lo cual acababa bajando también. Asimismo había problemas entre los diez hombres que siempre debían llevar las armas, porque una mitad luchaba contra la otra mitad, hasta que una de las partes huía hacia la playa y la otra salía en su persecución.
»Así fue como la tribu se fue quedando sin ojos y sin guardianes. Ya no aunábamos la fuerza de los sesenta. Ya no teníamos fuerza alguna. Decidimos entonces celebrar un consejo y establecer nuestras primeras leyes. Por aquel tiempo yo sólo era un cachorro, pero lo recuerdo bien. Dijimos que para ser fuertes no debíamos luchar entre nosotros, y acordamos que si un hombre mataba a otro, la tribu lo mataría a él.
Pero, hacia la mitad del relato, encontramos esta frase: Por aquel entonces apareció el dinero. Y es ahí donde los problemas se multiplican. Donde los hombres más fuertes y con más propiedades crean el dinero (conchas finas ensartadas en cuerdas) como objeto de cambio. Y es entonces cuando unos se adueñan de todo, y se aprovechan de los más débiles, y se va creando el sistema de castas y de clases sociales. Y, al final, quienes más tienen son los que menos trabajan y los que más comen. Y no sólo el dinero: también hay una especie de juglar que, cuando el pueblo está a punto de rebelión, inventa canciones que apaciguan a la gente, y otro indígena invoca la palabra de Dios y los amansa. De ese modo, mediante canciones de propaganda, alusiones a la ira divina y el dinero como base de todo, los unos controlan a los otros. Este relato (que se enriquece con las ilustraciones de Mar del Valle y con una traducción que hace justicia al gran London) explica muy bien todo aquello por lo que ha pasado el hombre, todo aquello que aún soportamos. Por eso, insisto en ello: en las escuelas debería ser lectura obligatoria.
[Ediciones Traspiés. Traducción de Rafael R. Vargas Figueroa]