Máscara, de Stanislaw Lem


Máscara no sólo tiene la que posiblemente sea la cubierta más atractiva de los últimos meses, sino que además es uno de los libros de lectura más placentera de la temporada anterior. Trece relatos en cuya prosa y en cuyas ideas se despliega todo el talento deslumbrante de Stanislaw Lem. Sólo con el primer cuento, "La rata en el laberinto", el lector queda fascinado por la maquinaria narrativa del autor, adentrándonos en una atmósfera que nos recuerda a Solaris, donde todo el interior de la nave que rodea a los protagonistas parece estar vivo, una pesadilla que permanece en nuestra cabeza durante días. O con "Moho y oscuridad", en que conocemos lo que sucede con una especie de bacteria atómica que necesita de la oscuridad y del moho para activarse y reproducirse e irlo destruyendo todo. También hay espacio para la parodia ("La invasión de Aldebarán", "El acertijo"), la inteligencia artificial (véanse los espléndidos "El martillo", "El diario" y "Máscara") o el encuentro con criaturas de otro planeta ("Invasión", "La verdad"). Salvo un par de historias quizá demasiado complejas, que exigen bastante al lector y en ocasiones lo exasperan, el conjunto es maravilloso y demuestra la grandeza de Lem como narrador y como constructor de mundos extraordinarios. Dos fragmentos de la primera historia:

-Nosotros, los humanos, somos eminentemente visuales, por lo que la mayoría de nuestros conceptos provienen del área del cerebro que  se ocupa de las impresiones ópticas. Los sentidos de esos hipotéticos visitantes podrían basarse en algún otro tipo de percepción, como la olfativa, por ejemplo; o tal vez en otra distinta, alguna que nosotros no podamos siquiera concebir, una percepción basada en la química... ¡qué sé yo! Oye, cada vez hace más frío aquí, echa más leña a la hoguera. Sin embargo, estoy de acuerdo en que las diferencias entre nuestros respectivos sentidos tampoco serían tan determinantes, podrían superarse. Pero una vez sorteado ese obstáculo, veríamos que en realidad no tenemos nada de qué hablar con ellos. Somos extraordinarios creadores y perfeccionadores de toda clase de fundas: para vivir, para cubrirnos el cuerpo, para viajar... Aparte de eso, nos ocupamos de alimentar y limpiar nuestros cuerpos, de movernos de una manera determinada (es decir, practicamos deportes); en todos estos aspectos, al menos, no dispondríamos de un lenguaje común.

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Un nudo en la garganta me impedía hacer cualquier comentario. Mientras, el profesor continuaba con su discurso con una leve sonrisa en los labios :
-Siempre imaginamos a los alienígenas como seres triunfantes que aterrizan en nuestro planeta, criaturas omniscientes capaces de preverlo todo, conquistadores del vacío cósmico. Sin embargo, son seres vivos tan falibles como nosotros; igual que nosotros, destinados a morir.


[Editorial Impedimenta. Traducción de Joanna Orzechowska]

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