Mi madre siempre anda merodeando mis poemas. No los protagoniza casi nunca, pero me acompaña en ellos, acude cuando la llamo, me ofrece una vedad más allá de lo que alcanzo, o simplemente está junto a mí para maravillarse conmigo. Por eso, por ese acompañarme siempre, gracias madre.
MISSION
pasamos Monterey vamos camino de Big Sur (esto ya
lo dije en otro poema) paramos en Carmel CA moteles de bien viejas
glorias sentadas en restaurantes con nombres franceses nota
mental: probar a andar con mocasines por la playa
caminamos hasta Mission en el Dodge – las piernas no se usan
en CA – una vieja ermita erigida en honor a San Carlos Borromeo
los coches se amontonan a la entrada como un rebaño de ovejas
fundada por Junípero Serra en medio de la nada con vistas al mar
paseo por el huerto y mi madre se aparece: te acuerdas, dice,
de José Mallorquí y sus novelitas pulp sobre El Coyote era aquí
donde se refugiaba cuando estaba herido cuando no tenía donde
esconderse me sonríe y desaparece salta por encima de la tapia
pienso en El Coyote cruzando CA al borde del desmayo sobre
su viejo corcel – ¿su único amigo? – el sol a su espalda la ermita a lo lejos
pienso en Mallorquí su mirada perdida cruza un mapa extendido
el mismo que se extiende sobre el salpicadero del Dodge
pienso en Junípero Serra cruzando el océano en 1749
rezando el rosario cuenta tras cuenta para aligerar las horas
pienso en mi madre cruzada de piernas en un viejo sofá
rodeada de libros absorta perdida tan lejos
pienso en mi madre leyendo a Mallorquí que medita sobre Serra y envía allí a El Coyote
-pienso en el poema escrito más tarde en el asiento trasero del Dodge que cruza el
Estado–
todos reunidos hoy aquí bajo la bóveda maltrecha de esta ermita Mission Carmel CA
crucificados
(inédito)
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