Howard Schatz |
Gloria Gervitz
(1943)
Shajarit
(Fragmentos)
de aves picudas
y se pudren las manzanas antes del desastre
Ahí donde las mujeres se palpan los senos y se tocan el sexoen el sudor de los polvos de arroz y de la hora del té
Flujo de enredaderas a través de lo que siempre es lo mismo
Ciudades atravesadas por el pensamiento
Miércoles de ceniza. La vieja nana nos mira desde un haz de
luz
Respiran estanques de sombras, llueve morados casi rojos
El calor abre sus fauces
Abajo, la luna se hunde en la calle
y una voz de negra, de negra triste, canta. Y crece
Incienso de gladiolos, barcas
Y tus dedos como moluscos tibios se pierden adentro de mí
Estamos en la fragilidad de la corteza del otoño
En el parque rectangular
en la canícula, cuando los colores claros son los más
conmovedores
Después de Shajarit
olvidadas plegarias, ásperas
Nacen vientos levemente aclarados por la oración, bosques de
pirules
Y mi abuela tocaba siempre la misma sonata
Una niña toma una nieve en la esquina de una calle soleada
Un hombre lee un periódico mientras espera el camión
Se fractura la luz
Y la ropa está tendida al sol. Impenetrable la sonata de la abuela
Tú dijiste que era el verano. Oh música
Y la invasión de las albas y la invasión de los verdes
Abajo, gritos de niños que juegan, vendedores de nueces
Respiración de rosas amarillas. Y mi abuela me dijo a la
salida del cine
sueña que es hermoso el sueño de la vida, muchacha
Bajo el sauce inmerso en el verano sola la impaciencia demora
*
Podría vivir aquí siempre
Pero todo se acaba, hasta la costumbre
pequeños momentos saturados que se distienden
se alcanzan en la disolución
Mientras siga aquí encerrada en este cuarto, en esta ciudad
Mientras siga lloviendo y el ruido de la lluvia atraviese las
paredes que me contienen
Mientras todavía pueda sentir que siento
y el hambre me haga ponerme un abrigo y una bufanda sobre
el camisón
y salir a la calle
Pero, por qué creer todo esto
Al otro lado del mar a través de los encajes florean todo el año
geranios
Y los grandes baúles pesados de aromas resinosos y cálidos
se derraman en habitaciones desconocidas
Y los ungüentos, los jabones de avena y de leche de cabra
los polvos de trigo, las pastas de dientes con sabor a chicle
y aquellos enjuagues para desenredar el cabello en días largos
Persianas requemadas del sol verde de Cuernavaca
una niña púber se mira el sexo en el ardor de mediodía
espeso de insectos y lagartijas
La mayor parte del tiempo duermo. No estoy segura si
dormir es estar despierta
Me sorprendo después del mediodía, las manos me estorban,
no sé dónde ponerlas
Lenta la lluvia casi se detiene
todo se detiene, me aprieta, pero llueve
Se abren ventanas
Abajo, médanos
y más abajo parten los navíos como una exhalación
hacia las muchachas de los frescos del palacio de Cnossos
muchachas de agua y cal
La piel se desata, atrás, un sol de polvo, más adentro, pájaros
Nunca llegamos más que a nosotros mismos
Pero todo el año allá en la memoria florecen los geranios
De su libro
Shajarit
1979
Grandes Obras de
El Toro de Barro
Amela Einat, "La cicatriz del humo” Col. «Biblioteca Internacional del Holocausto» Ed. El Toro de Barro, Carlos Morales Ed. Tarancón de Cuenca, 2005. PVP 10 Euros |