La hora violeta, de Sergio del Molino

sakatoon

Esta crítica no es una crítica fácil, no es fácil de pensar, ni es fácil de escribir aunque ante La hora violeta, de Sergio del Molino, cualquier escritura se presente fácil, casi absurda, innecesaria. La hora violeta se entronca en la tradición literaria de la pérdida (habrá quien diga que está en la tradición literaria del dolor. No, no es lo mismo), cuyo máximo exponente en nuestra pequeña nación es el inmenso ‘Mortal y rosa’ de F. Umbral al que el autor hace referencia en repetidas ocasiones. Este género se ha revitalizado en la última década con novelas como ‘El año del pensamiento mágico’ y ‘Noches azules’ de Joan Didion y en nuestro país con libros como ‘Amarillo’ de Félix Romeo o ‘Tiempo de vida’ de Marcos Giralt Torrent.

Leemos la historia de Pablo, el hijo (el bebé) de Sergio del Molino, su lucha con una leucemia y su muerte. Pero también leemos la historia de Sergio del Molino (y su mujer), y una leucemia que es de Pablo pero también es de él, y una muerte que es de su hijo pero también es la suya. Asistimos a su vida desde el comienzo de la enfermedad, los hospitales, los llantos, las ilusiones y desesperanzas, las medicas y las enfermeras, los otros enfermos… Si este libro fuese un libro de dolor el protagonista sería Pablo, pero en La hora violeta el protagonista es el autor, Sergio, por eso es una novela de pérdida. Por supuesto que en la pérdida hay dolor, pero no es el mismo dolor de la enfermedad.

Es fácil entender las razones para escribir un libro sobre la muerte de un hijo. Es como alargar el brazo cuando el tren se marcha con alguien querido dentro. Es no querer dejar marchar, o sí, pero intentar mantener a esa persona lo máximo con uno, retenerla de alguna forma. Un libro es una manera bastante eficaz de retener. Lo que uno, y cuando digo uno me refiero a mí, se pregunta es: ¿por qué publicar un libro sobre un suceso tan tremendo? Una vez publicado como novela, ¿puede leerse como ficción? Si realmente fuese ficción, ¿se lo perdonaríamos a Sergio del Molino?

Es difícil, decía al principio, hacer una crítica, pues el dolor de Sergio del Molino, el dolor de un padre que ve morir a su hijo no lo ha vivido mucha gente, yo desde luego no. ¿Cómo criticar algo que ha surgido desde ahí, desde la muerte de Pablo? ¿Cómo pararse a comentar si el estilo era adecuado, si el tema, si la estructura, si las metáforas? Sin embargo, creo que Sergio, algo apunta en La hora violeta, estará de acuerdo conmigo en que esos temas se convierten en lo importante a la hora de escribir una novela así, pues la única forma de retener al hijo muerto es dedicar la misma atención a recordarle, a escribir sobre él, al acto de escribir, que se le dedicó en vida.

Las novelas de pérdida se construyen sobre el empeño en no olvidar y las preguntas que nunca podrán ser contestadas. Así, en La hora violeta, hay un empuje enfermizo por recordar detalladamente, por analizar lo vivido casi como el detective que busca las pruebas que resuelvan el crimen, y por imaginar. Es en los detalles donde se encuentra al otro y es en las descripciones que hace Sergio del Molino de esos detalles (sean situaciones, diálogos, sueños, pensamiento), una prosa limpia, descarnada, sin adjetivos, sin miramientos, certera, donde surge la literatura y, permítanme que lo diga, la poesía. Adjetivar estos hechos es cubrir con un velo que emborrona la historia. Por eso, los momentos en los que se deja ir, los menos, en los que se muestra enfadado, pierde el control e insulta o cae en cierto patetismo paternalista (consigo mismo) o cuando se hace el poeta para regalarnos una imagen poderosa, en esos momentos, la magia de las frases despojadas desaparece.

La hora violeta es un libro que hay que leer, es un libro necesario, porque aborda los lugares más difíciles, en los que somos más vulnerables, más humanos, y por ello, aunque no hayamos vivido la misma situación, nos habla a nosotros de algo que cargamos dentro. No necesitamos haber experimentado una pérdida como la de Sergio para formularnos sus preguntas, para que estas nos toquen, nos conmuevan, nos cambien. En la segunda parte, La noche de Saskatoon, la mejor del libro, Sergio del Molino imagina un lugar para la esperanza en unos hechos en los que no la hay. En medio de la devastadora realidad construye una hermosa ficción, regalándonos una necesaria verdad.

publicada en Revista Quimera, abril 2014. 

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