Lo que más me dolió fue que mi padre no quisiese escucharme cuando le advertí que desfilar en aquella procesión resultaría peligroso. Como de costumbre, cerró el debate de manera unilateral, con una sonrisa altiva y su clásica frase: “tú vives en otro mundo”.
Por entonces yo ya era capaz de predecir sucesos futuros. Sin embargo, aquel Domingo de Ramos no tuve presentimiento alguno; fue el sentido común lo que me hizo entender que un peligro sordo se cernía sobre el desfile, o más bien sobre las consecuencias de participar en él: procesionar con trece años por las calles de una procesión similar a una romería en la que los niños, generalmente menores de diez años, acompañana a Jesús con palmas y ramas de olivo, me convertiría en el hazmerreír de la clase si mis compañeros me veían. Especialmente un grupo concreto de ellos. Era nuevo en el colegio y tenía dificultades para integrarme en una sociedad donde los apellidos funcionaban como títulos nobiliarios y yo era un simple plebeyo. Por si esto fuera poco, mi actitud defensiva me había conducido a granjearme la enemistad de los matones de mi clase, que llevaban meses intentando cazarme.
[Años 80]
**
El visionado de El padrino ha supuesto para él un retroceso a su niñez, pero también una transición hacia su madurez, pues ambas etapas vitales también existen en el marco de esa cuarta dimensión donde se conectan las mentes de todos aquellos que además de leer ficción, son capaces de recrearla; de vivirla. Carlos es capaz de eso y de mucho más, puesto que posee un don especial: predecir sucesos futuros. Y en este Lunes Santo algo le dice que un peligro le acecha.
[Años 90]
**
El mundo de hoy, gestionado por veintitrés particulares, es más injusto que nunca, pero la población que vive en él es la más feliz de la historia; según estadísticas oficiales, el número de suicidios se ha reducido hasta mínimos nunca antes alcanzados. Aunque esto quizá sea debido a la reciente legalización de algunas drogas o al hecho de que haya fútbol televisado todos los días a todas horas. En cualquier caso, en el mundo de hoy, el ciudadano puede elegir el modelo de vida que quiere vivir. Si se decanta por la vida urbana, elige el consumo rápido, incluido el de su propio cuerpo. Si por el contrario prefiere la rural, se ve abocado a una existencia carente de grandes emociones, pero mucho más sana y duradera. No obstante, ambos modelos están controlados por los mismos hombres, y también por las mismas marcas. Un mismo sistema para dos modelos de vida condicionados únicamente por el entorno.
[Año 2046]
**
Quizá haya elegido el peor momento de la historia para dedicarme a la literatura. Y digo quizá porque en el mundo de hoy las certezas no existen; todo es confusión e incertidumbre. Acaso el fin del mundo que profetizaron los mayas para el año 2012 sea cierto y estemos contemplando el ocaso de la civilización; la clase política, perpetuada como casta y manipulada a su vez por otra casta, la de los financieros, nos ha conducido a la peor situación socioeconómica que he conocido en mis casi cuarenta años de vida. Vivimos tiempos oscuros, el país se ha empobrecido de la noche a la mañana y el ciudadano tiene miedo. No obstante, yo estoy dispuesto a resistir desde mi silla de oficina. La silla no sólo aumenta mi autoestima, además me recuerda que trabajo para la industria que mueve el motor de la evolución; la industria de la cultura.
[Año 2012]
[Ediciones Lupercalia]