La traductora de incendios, de Isabel García Mellado
mira su mano y ve que le falta la lluvia
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se ve acabar los edificios con ojos de poema
letras gigantes y geométricas frente a un cielo muy blanco sin gaviotas
la enfermedad es una flor azul que te crece en el pecho sin permiso
con sus raíces negras atravesando tu cuerpo lentamente
se va a inundar el cielo con ojos de ciudades transparentes,
palabras-hospitales-pitido interminable intermitente
aquí nada es real ni tiene brillo
siempre suena este aire artificial en las paredes
y tú eres un ratón asustadísimo de tubos
dentro de una burbuja de cristal
desde la que te observan
hombres y mujeres cargados de unas definiciones que no entiendes
las horas son exactamente iguales unas a otras
echas de menos el mar
y tu nombre dentro de una botella
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aquí el lugar que ruge,
el primer sitio seguro para ir
más tarde del derrumbe eres tú mismo
hay que mover las frases muchas veces
mandarlas de viaje, bucear con ellas
las palabras construyen los paisajes
anidan en la culpa y la entereza
modulan cuánto brillará la estrella
que echamos a rodar cuando entendemos
que porque un sitio ruge todo empieza
y las ciudades cambian sus sonidos
se suben los muchachos a los trenes,
la belleza por fin cobra sentido
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un día me dijo un amigo
que me había visto asomada a una ventana
y creyó que yo era una pintura de algún artista
obsesionado por librarse de algo
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cálzate el sombrero más absurdo
arruga la nariz y ríe todo lo fuerte que te deje tu cuerpo
recuerda el tigre blanco que alimentas
cuando tu corazón
es un indio salvaje que canta canciones azules
[Valparaíso Ediciones]