Te adoro igual que a la bóveda nocturna,
¡oh vaso de tristeza, gran taciturna!
Y te amo tanto más, bella, cuanto más me huyes;
y cuanto más me pareces encanto de mis noches,
irónicamente aumentar la distancia
que separa mis brazos de la inmensidad azul.
Avanzo en los ataques y trepo en los asaltos
como junto a un cadáver un coro de gusanos,
y amo tiernamente, bestia implacable y cruel,
incluso tu frialdad, que aumenta tu belleza.
Charles Baudelaire ~
Amo tanto la noche así como también le temo. Es su oscuridad profunda la que palpita dentro de mi alma y me inspira a escribir historias; pero también me agobia, me invade, me asfixia.
Es una combinación de pasión (la de escribir o leer) y de miedo (hacia lo oscuro, lo oculto, lo desconocido).
Es cuando los fantasmas aparecen; a veces para recordarme algunas tragedias que tuvieron lugar en mi existencia, otras para demostrarme la potencia de ideas que cubren mi ser y la fuerza que soy capaz de desplegar frente a la adversidad.
Mundo de contradicciones el mío: el del miedo y el de la valentía. El de sentir y el de negar la capacidad de sentimiento alguno, el de expresarse en medio del caos de las batallas interiores.
La ansiedad que ataca. Las ganas de que la noche no se termine y a la vez que llegue a su fin con la aparición de los primeros rayos del sol.
Personalidad ambigua, la de creer y no, la de sentir y no otra vez y, la de esperar y esperar con la ilusión a flor de piel por algo que no será ni llegará nunca.
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