<<Estaba en su ataúd, listo a ser enterrado, y sin embargo, él sabía que no estaba muerto: que si hubiera tratado de levantarse lo hubiera hecho con toda facilidad. Al menos "espiritualmente">>
La tercera resignación
Hoy Macondo está de luto, porque si algo tengo claro es que Melquíades, con su acento áspero y su fuerza descomunal, y acompañado siempre de su cohorte de gitanos, habrá dejado sus catalejos y el resto de cachivaches con los que se paseaba por medio mundo para comunicar a los macondinos la triste noticia de la marcha del genio. Su muerte, en plenas vacaciones de Semana Santa, me ha parecido un auténtico guiño a su realismo mágico, ese género que lo encumbró a un pedestal de donde a veces parecía no haber querido subir. Ya lo dijo el propio Gabo: