El deseo es como una herida… Teresa Domingo





El deseo es como una herida que se abre sin dolor, mostrando la sangre que tirita en el vaivén del mundo. 
Silenciosa en su devenir, roja como un manojo de cerezas, la sangre camina lentamente  y explora los  senderos de los cuerpos como si fueran mares en los que perderse como peces estivales. 
Sola en casa, me desnudo. Imagino tu piel y la memoria de tu piel, el tatuaje interior de un corazón que se agolpa y se cierne entre los muslos del tiempo, en las ingles de la alegría. 
Sola en casa, me acaricio. Huelo a incienso, a vela y me corono con un ajuar de rosas. 
Tendida en la cama, fluye el transcurrir, y el clítoris es una emanación  de la sima donde se esconde el alma de la perra, su celo y su lenguaje. 
Entre mis piernas, se evade la sombra. Las manos crean catedrales y, como el gótico, mi destino es perecer, perecer en un momento y resurgir con las olas del éxtasis. 
¡Oh aquelarre de la pasión, misterio de una luna que fracasa en los períodos de sus fases, vencida por el enigma de la carne

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