Noé


Soy uno de esos (escasos) fanáticos del cine de Darren Aronofsky. Puede que sus filmes más logrados sean Réquiem por un sueño y Cisne negro, pero yo siento debilidad especial por El luchador y, sobre todo, por La fuente de la vida (su peli más denostada e incomprendida, que para mí es un disfrute visual y un ensayo rotundo sobre lo que significan la enfermedad, la pérdida y la incertidumbre). Noé, su nueva película, parte de un cómic escrito por él mismo. De modo que no debe verse como un filme bíblico y profundamente religioso, sino como una versión, una interpretación libre del asunto del diluvio. Tan libre que, en su primera mitad, está más próxima a los paisajes apocalípticos y a las vestimentas de La carretera y a las criaturas y batallas de El Señor de los Anillos que al "Génesis". En su segunda mitad me gusta mucho más (pero es una peli irregular, plagada de altibajos) porque el Noé que encarna con pericia Russell Crowe se convierte en un fanático, un hombre loco obsesionado con servir a Dios (o al mensaje que él ha tratado de entender) cueste lo que cueste. Ese retrato le sirve, entre líneas, para criticar los fundamentalismos religiosos, y cinematográficamente a mí me ha recordado al Allie Fox de La Costa de los Mosquitos que interpretaba Harrison Ford (otra peli rara que venero): una especie de loco empujado hacia sus propios límites para obedecer a una idea, hasta el punto de ser odiado por sus propios hijos (lo mismo sucede en Noé).

Aronofsky no es tonto, sabe que la religión está a la baja en Occidente, y por eso no encontramos en su película “La Voz de Dios” ni la mención a los 400 o 500 años que vivían aquellos hombres. Todo queda relegado a lo onírico, a lo simbólico, a la interpretación… Aunque a veces hay escenas más propias de un blockbuster en 3D que de un cineasta tan personal como Aronofsky, la película contiene ideas visuales muy potentes, y planos arrebatadores (los seres humanos que tratan de sobrevivir al diluvio, el sueño en el que Noé ve el mundo anegado por el agua y lleno de cadáveres, las siluetas de los personajes recortadas sobre fondos de color a la manera del Drácula de Coppola…). Lejos de ser redonda o perfecta, es una película interesante que no debería pasarse por alto (al menos si uno es seguidor del cineasta).

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