Mike Batenev |
cuarenta y tres grados
al sur
un continente de esternón y piernas.
adentro,
una fila de orugas comen
la comida de la noche,
la del día siguiente
trazan el camino sinérgico entre las costillas
un grupo de murciélagos arrastra sus alas al caminar.
se creen gallos de pelea inventando cicatrices
en las nervaduras de sus dedos.
el sueño de los eclipsados
acopla cuerpos que reposan como amapolas en trance.
las manos anidan viento y niebla
-el miedo-
es apenas una caricia
lo que puede salvarnos.