Hedy Lamarr |
Ven, amado, y
mira el enjambre, cómo las abejas
pierden la miel y la derraman
por mi cuerpo como si mi misma sangre
palpitara en ellas.
El panal es como el motor de un coche
que se encendiera y tú, tras la ventana,
pudieses oír cómo me ducho e
imaginar el jabón que cubre mi piel de reina.
Vienes y acaricias el agua, te pierdes y yo
me pierdo, me río y tú te ríes, y
entre las risas nos resbala el día
como si fuera un reloj sin tiempo.
La colmena late mientras se alza
en el mismo rumor un mar
poblado por serpientes.