La música de ascensor en el Cielo era más aburrida, incluso, que la más aburrida música de ascensor de la Creación, y los Aleluyas por minuto eran prácticamente infinitos. Bechamel se preguntó quién sería el compositor de semejante aberración y si realmente complacía al Altísimo. Pensó que el Altísimo no necesitaba ascensores, porque ya estaba en el lugar adonde éstos se dirigían. Era omnipresente, pero si estaba en todas partes también estaba en los ascensores... La omnipresencia de Dios solía superar los razonamientos de los ángeles inferiores, y en particular les creaba una psicosis y un sentimiento de falta de intimidad que les producía una gran inseguridad. Intentó no pensar en la omnipresencia y volvió a pensar en la música. En el Cielo estaba prohibida cualquier música que no fuera celestial. Bechamel sabía de la existencia de otras músicas en la Tierra, se lo había contado un Ángel de la Guarda retirado que había pasado muchas centurias entre los humanos, pero en el Cielo la SGAE (Sólo Gozaremos de Aquello Excelso) se encargaba de controlar que la música humana no llegara a corromper a los moradores celestiales.
[Editorial Pez de Plata]