Hay pájaros en mi cuento
En el linóleo naranja y marrón que reviste el cuarto de juegos
mi yo infantil está jugando (pues sí) con muñecas.
Una ola de ternura salada se lleva a mamá de donde está,
la arrastra de golpe a una orilla lejana y vertiginosa
para devolverla a su lugar cuando le pregunto ¿puedes silbar?
Desde que cayó por la madriguera de conejo invisible
(a través del aislamiento, la histeria y los Cuentos de viejas)
para convertirse en madre y ama de casa, todo ha sido un poco raro.
Contempla un momento a su hija gordita, la penúltima,
luego frunce los labios: fiu-fiu, fiu-fiu, fiu-fiu.
Fiu-fiu, fiu-fiu, fiu-fiu, fiu-fiu, fiu-fiu.
En la descripción del puesto de trabajo se establece claramente
que cuando una niña pequeña te solicita que silbes, accedes.
Y mi respuesta épica cuando para y me pregunta por qué:
sigue silbando, mami, hay pájaros en mi cuento.
Desde que mi madre pasó a través del espejo invisible
a la maternidad a tiempo completo, cada día una corriente distinta erosiona
su noción de sí misma – pero ¡sí! piensa, ¡claro que hay pájaros!
Virando tierra adentro, todo alborozo y brillantes ojos hambrientos
bajo el sol del mediodía, volando sobre el estuario, ligeros como chispas.
(Leontia Flynn en Profit & Loss, Jonathan Cape, 2011)
(traducción de Steve Burdiel y Ángel Talián)
There’s Birds in my Story
On the orange and brown linoleum lining the playroom
my infant self is playing with (that’s right) dolls.
A wave of salt tenderness picks up my mum where she stands,
carries her off with a lurch to some far, giddy shore
then sets her back on her feet when I ask can she whistle.
Since my mother fell down the invisible rabbit hole
(through the isolation, hysterics and Old Wives Tales)
into stay-at-home motherhood, things have been pretty weird.
She regards for a beat her fat second youngest child,
then purses her lips: ‘Whee-whee, whee-whee, whee-whee.’
‘Whee-whee, whee-whee, whee-whee, whee-whee, whee-whee.’
The terms in the job description clearly state
that when a small child requests whistling, you oblige.
And my epic response, when she stops to enquire just why:
Keep whistling, mummy, there’s birds in my story.
Since my mother stepped through the invisible looking glass
into full-time mum-dom, each day some current frets
at her sense of self – but yes! she thinks, there are birds!
Wheeling inland, all whoops and bright hungry eyes
in the noon light, over the estuary, flying lighter than sparks.
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