Hoy, en Madrid


Hoy se presenta al público La próxima tormenta (Editorial Origami), el nuevo poemario de Álex Portero. Será él mismo quien se encargue de hablar de su obra, a las 20:30 h. en La Paca Café Bar (Malasaña). Algunos amigos leeremos poemas del libro, para el que he tenido el honor de escribir un prólogo (puedes leerlo aquí); David González se encargó del epílogo (puedes leerlo en este enlace). Y os dejo con un poema de Álex:

INSOMNIO


“Yace el lirio roto y pasa la tormenta”
Percy Bysshe Shelley.


Qué hago con mi respiración después de ti.
De qué voy a alimentarme.
Qué asideros me sostendrán
mientras camino torpe por el borde del acantilado de mi vida.

Es lejanía esto que se me ha instalado en los bronquios,
una densidad irrespirable
cuyas bocanadas tienen tu maldita silueta.

Apenas al alcance de mi mano
y alejándote como un barco ingobernable
por un mar callado.
Cómo puedo explicar que el amor es lo único que entiendo,
que lo busco famélico
desde que las mareas encontraron la cadencia,
que nada me importa si no late,
que apenas conservo la capacidad del lenguaje articulado en esta isla.

Todo se transforma en tierra estéril.

Vuelvo la vista atrás,
y nos veo sumergidos en aguas heladas,
sonrientes como dos niños salvajes.

Paseo por las épocas agarrado a tu mano,
las vírgenes nos colocan pendientes hechos con crótalos
y nos trenzan el cabello,
nos cubren de seda y arrojan pétalos a nuestro paso.

Quedan las ruinas de lo que fuimos, arena paciente, oscuridad.

Que hago con mi respiración después de ti.
Cómo reaprendo a caminar.
Solamente veo fosas que se abren a mi paso,
tierra que me abre los brazos,
silencios tan elocuentes como un primer beso.

No esperaba tener que abrirme el pecho de nuevo,
ni ser pasto de las llamas,
confiaba en haberme librado de los espejos para siempre,
tenía tus ojos,
su reflejo era la mejor imagen que jamás obtendré de mí.

Las prostitutas se han transformado en plañideras por nosotros,
las palomas se visten de golondrinas y fingen no vernos,
los mendigos nos siguen en fila y cabizbajos,
un cortejo fúnebre de desarrapados que huelen a alcohol
y tienen facilidad para el llanto.
Las farolas se apagan,
los muertos nos hacen reverencias
y nos dicen adiós agitando las manos como despidiéndose.

Qué diablos haré con mi respiración después de ti.
A quién pediré que dibuje corazones en los calendarios,
como sabré que es hora de dormir.

El espíritu de la escalera me lanza una sonrisa sardónica,
se burla desde la esquina de la habitación,
-ahora parece que nieva sobre el escritorio-
abro la ventana buscando la ráfaga de aire limpio
que debería mantenerme despierto una hora más.

Han empezado las alucinaciones propias
de la privación de sueño prolongada,
parece que la demencia
abre la puerta a determinado tipo de esperanza.
Me encuentro a gusto en este tic-tac aterrador,
esos crujidos de mi encéfalo suenan a música infantil.

Por el momento permaneceré inmóvil en el desván de mi memoria.
Donde nadie tiene acceso,
ni siquiera el dolor de la pérdida,
aquí la soledad no es un factor determinante,
las leyes de la física y la razón son puestas en ridículo,
ni siquiera se ríe o se llora,
ni se recuerda,
se escapan los nombres propios por las rendijas de la madera podrida,
y lo más importante:
no hace falta respirar.

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